El principal fabricante chino de chips avanza con apoyo estatal y expansión de capacidades, pero enfrenta desafíos estructurales y geopolíticos que aún lo mantienen lejos del liderazgo mundial
En el tablero geopolítico de la tecnología, donde los semiconductores son el equivalente moderno del acero y el petróleo del siglo XX, China apuesta fuerte por Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC) como pilar de su independencia tecnológica. Fundada en 2000 y con sede en Shanghái, esta empresa se ha convertido en la pieza central de la estrategia de autosuficiencia de Pekín en semiconductores, en medio de crecientes tensiones con Estados Unidos.
SMIC no es solo el mayor productor de circuitos integrados en China, sino también un actor relevante en el mercado global. Al cierre de 2024, según Counterpoint Research, ya ocupaba el tercer lugar en el mercado mundial de fundición, con un 5 % de cuota, rivalizando con UMC y GlobalFoundries. Entre sus clientes destacan pesos pesados como Huawei y Alibaba, y su catálogo incluye procesos tecnológicos que van desde los 0,35 micrones hasta los 14 nanómetros.
Expansión interna frente a un cerco internacional
En los últimos años, la empresa ha logrado expandir su capacidad de producción, centrándose sobre todo en nodos de 28 nm, tecnología considerada madura, pero aún esencial en sectores como automoción, IoT y dispositivos industriales. Este enfoque ha sido, en parte, una respuesta obligada a las restricciones impuestas por Estados Unidos, que desde 2020 considera a SMIC un actor ligado al aparato militar chino, lo que limita severamente su acceso a tecnología de litografía avanzada.
Especialmente crítico es el bloqueo a la venta de maquinaria EUV por parte de ASML, necesaria para fabricar chips de 7 nm o menos. Sin esta herramienta clave, SMIC se ve obligada a optimizar procesos más antiguos, dificultando su capacidad para competir con gigantes como TSMC (Taiwán) o Samsung (Corea del Sur), que ya dominan la producción en 5 nm y menos.
Entre la subvención estatal y la dependencia estructural
SMIC no camina sola. Es uno de los principales receptores de los multimillonarios planes de inversión de China en la industria de semiconductores, que incluyen el Fondo Nacional de Inversión en Circuitos Integrados (con más de 190.000 millones de dólares comprometidos desde 2014), así como incentivos locales y fiscales.
La empresa ha canalizado parte de estos recursos hacia investigación y desarrollo (I+D). En su informe de 2024, SMIC registró 14.058 patentes concedidas y más de 20.000 en trámite, con un aumento del 9,1 % en gasto en I+D en el último año. A pesar de estos esfuerzos, la propia compañía reconoce que mantiene una “gran brecha tecnológica frente a los líderes del sector”.
Uno de los factores que limitan su avance es la alta dependencia del mercado interno, que representa más del 80 % de su base de clientes. A la vez, su penetración en Europa y otros mercados asiáticos se ha reducido, según un informe reciente del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
Incertidumbre comercial y obstáculos para escalar
SMIC fabrica chips para smartphones, equipos conectados, PCs, vehículos y electrónica industrial. Pero su desafío va más allá del portafolio: se trata de convertirse en una alternativa real en el mercado global de chips avanzados, actualmente dominado por actores consolidados con décadas de ventaja tecnológica e infraestructura instalada.
En su más reciente reporte financiero, SMIC anticipa una caída de ingresos del 4 al 6 % en el segundo semestre de 2025, debido a la volatilidad en la demanda y el panorama internacional. Aunque la empresa atribuye este descenso a factores generales del sector, su exposición al bloqueo tecnológico de EE. UU., sumado a la lentitud para desarrollar litografía doméstica, configuran un entorno más adverso que para sus competidores.
¿Puede SMIC liderar la industria mundial?
La trayectoria de SMIC es la de una compañía resiliente. Ha resistido sanciones, ha escalado producción sin acceso a las herramientas más modernas, y ha consolidado un rol clave en la cadena de suministro china. Pero aún está lejos de liderar la industria mundial de semiconductores, donde lo determinante no es solo la escala, sino el nivel de sofisticación tecnológica.
Los expertos coinciden: China puede seguir invirtiendo, pero los ciclos largos de I+D en fundición de chips, la necesidad de innovaciones disruptivas y las barreras geopolíticas la obligan a buscar nuevas fórmulas. La transición de SMIC de “fabricante estratégico” a “líder tecnológico global” depende no solo de fondos públicos o capacidad instalada, sino de su habilidad para cerrar la brecha en talento, propiedad intelectual y acceso a herramientas clave.
Por ahora, SMIC representa más una fortaleza nacional que una amenaza global inmediata, aunque en el contexto de una guerra tecnológica abierta, su evolución seguirá siendo vigilada con lupa por gobiernos, competidores y analistas. En la pugna por los chips, China ya tiene su campeón. Falta saber si el terreno de juego le permitirá realmente competir.