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Europa, ciberseguridad y autonomía estratégica: la urgencia de garantizar la continuidad digital

La seguridad digital ya no es una opción, sino una obligación estructural para la soberanía de los Estados. Y Europa, incluyendo España, aún tiene trabajo por delante.

En un contexto geopolítico marcado por tensiones internacionales, guerras prolongadas, inestabilidad económica y una creciente fragmentación de las cadenas globales de suministro, la ciberseguridad se ha convertido en la espina dorsal de la continuidad de negocio y la resiliencia nacional. En este escenario, la dependencia tecnológica europea de proveedores no comunitarios representa una de las principales amenazas a su autonomía estratégica.

De la oportunidad al rezago tecnológico

Europa fue durante décadas una potencia tecnológica en múltiples sectores clave: telecomunicaciones, semiconductores, aeroespacial o automoción. Pero en la última década, mientras Estados Unidos capitalizaba el desarrollo de las grandes plataformas digitales y China apostaba por el control vertical de su cadena tecnológica, Europa quedó relegada al papel de regulador, pero no de actor principal.

Las grandes empresas de software empresarial, redes sociales, sistemas operativos, navegadores o infraestructura en la nube no son europeas. Lo mismo ocurre con los principales proveedores de ciberseguridad, hardware de red, centros de datos hiperescala y servicios de inteligencia artificial. Europa ha cedido soberanía tecnológica en sectores clave y ahora enfrenta las consecuencias: una digitalización construida sobre cimientos externos.

El caso de España: un ecosistema con talento, pero sin músculo industrial

España no es ajena a este problema. El país cuenta con excelentes profesionales en ciberseguridad, startups innovadoras, y centros de investigación de referencia, pero sigue dependiendo de fabricantes y servicios foráneos para proteger sus redes e infraestructuras críticas. Esta situación afecta tanto al sector público como al privado.

El impulso a programas como el PERTE de microelectrónica y semiconductores, el Plan Nacional de Ciberseguridad, o la puesta en marcha de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA) son señales positivas. Sin embargo, aún falta una política de Estado robusta, que trascienda legislaturas, para garantizar un ecosistema tecnológico soberano, competitivo y sostenible.

Desafíos estructurales para Europa

Para que Europa y España puedan garantizar su continuidad digital en los próximos años, deben enfrentarse a tres grandes desafíos:

  1. Tecnología desarrollada en terceros países. Los sistemas de defensa digital, la nube pública y los servicios más críticos están en manos de proveedores extracomunitarios. Esto expone a las empresas e instituciones europeas a marcos legales ajenos, restricciones de exportación, sanciones políticas y vulnerabilidades ocultas.
  2. Fragmentación del mercado digital europeo. La falta de una verdadera estrategia industrial común y la existencia de múltiples normativas nacionales impiden escalar soluciones tecnológicas a nivel continental, restando competitividad frente a las grandes potencias tecnológicas.
  3. Déficit de inversión y talento. A pesar de los fondos europeos y las ayudas estatales, la inversión privada y pública en tecnologías estratégicas sigue por debajo de los niveles de Estados Unidos o China, especialmente en IA, chips y ciberseguridad. Además, la fuga de talento técnico hacia empresas extranjeras sigue siendo un problema estructural.

¿Qué puede hacer Europa (y España)?

La respuesta no es inmediata, pero sí posible. Expertos coinciden en la necesidad de actuar en múltiples frentes:

  • Impulsar un ecosistema de ciberseguridad europeo fuerte, con empresas competitivas y tecnologías diseñadas, fabricadas y operadas en Europa.
  • Integrar la ciberseguridad en la estrategia de continuidad de negocio de todas las organizaciones, públicas y privadas.
  • Consolidar alianzas tecnológicas entre países europeos, fomentando estándares interoperables y plataformas comunes que reduzcan la dependencia externa.
  • Educar y concienciar desde la gobernanza empresarial: la ciberseguridad y la soberanía tecnológica deben formar parte de la agenda de los consejos de administración.
  • Apoyar con firmeza iniciativas locales, como startups de seguridad, proyectos de software libre europeo y redes de talento en el ámbito digital, favoreciendo su crecimiento dentro del mercado europeo.

Un cambio de mentalidad: pasar de usuarios a creadores

Para garantizar su soberanía tecnológica, Europa necesita pasar de ser una región de usuarios avanzados a convertirse en una región de creadores de tecnología. Y esto no se consigue con regulaciones únicamente, sino con visión industrial, inversión masiva, colaboración público-privada y voluntad política sostenida en el tiempo.

La continuidad de negocio ya no es solo una cuestión operativa o financiera. Es una cuestión de soberanía digital. Y si Europa no reacciona ahora, corre el riesgo de ser un actor dependiente en el tablero de juego de la próxima década.

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