Exdirectivos de Intel proponen trocearla en cinco partes para “salvarla”: ¿cirugía necesaria o receta interesada?

Intel, símbolo durante décadas del músculo industrial de EE. UU., sigue en el centro del debate. Tras años de decisiones desacertadas y pérdida de liderazgo, varios exdirectivos que, según se afirma, participaron en la etapa que condujo al declive, han reaparecido con una propuesta tan ambiciosa como polémica: sacar a Intel de bolsa, dividirla en cinco piezas y relanzarla desde cero. El guion, adelantado en declaraciones recogidas por Fortune y amplificado por el ecosistema tecnológico, llega en un momento singular: Intel empieza a levantar cabeza con respaldo público (menos del 10 % de participación del Gobierno de EE. UU.) y la entrada de NVIDIA con alrededor de un 5 %. ¿Rebrote de optimismo… o jugada para desmantelar la histórica integración vertical que definió a la compañía?

La propuesta pone negro sobre blanco lo que muchos han debatido en privado: separar el negocio de fabricación del de diseño de chips, vender activos no nucleares como Mobileye (valorada en torno a 15.000 millones de dólares) y desprenderse del brazo de capital riesgo. El caso se adorna con paralelismos: el “conglomerate discount” que supuestamente penaliza a Intel por su diversidad de negocios; el ejemplo de General Electric, que ganó tracción tras escindirse; y, como espejo histórico, la ruptura de AT&T en los años ochenta. Sobre el papel, el plan culminaría en 2028, con unidades listas para ser vendidas o volver al parqué, y, de paso, contribuyentes y accionistas privados celebrando plusvalías.

El problema —y la razón de la polémica— es que la autocrítica no aparece en la propuesta: los promotores son parte de la generación que apostó por resucitar un modelo de integración vertical que, en su versión más rígida, se quedó atrás frente a TSMC y el auge del “fabless”. En la práctica, Intel perdió el paso, vio mermar la moral interna y sufrió fuga de talento hacia competidores más atractivos en plena fiebre de la IA. Ahora, esos exdirectivos se ofrecen como cirujanos para un paciente que, paradójicamente, acaba de recibir transfusiones de capital público y privado —entre ellas, los 5.000 millones de NVIDIA, interpretados por los mercados como un voto de confianza en la manufactura occidental y la hoja de ruta de la fundición.


El plan en cinco movimientos

1) Salida de bolsa (privatización temporal).
La tesis: los resultados trimestrales y la presión del mercado impiden reformas profundas. En manos privadas, aseguran, la “cirugía” corporativa sería factible.

2) Partir el “corazón” en dos: fabricación por un lado, diseño por otro.
El objetivo sería que la fundición persiga de tú a tú a TSMC, y que la unidad de diseño compita en CPU/SoC sin el condicionante fab. Es, de facto, renunciar a la integración vertical que hizo icónica a Intel.

3) Venta de activos no esenciales.
Mobileye, valorada en ~15.000 M$, saldría del perímetro; lo mismo el brazo de capital riesgo con participaciones en empresas privadas.

4) Revalorización por escisión.
Se invoca el “conglomerate discount” para argumentar que cada unidad valdría más por separado. A modo de estimación, los proponentes hablan de ~100.000 M$ para PC y ~100.000 M$ para servidores y centros de datos. Cálculo simple, impacto incierto.

5) Consorcio de Big Tech y Estado para comprar el capital público.
La pieza más sensible: un consorcio liderado por el Gobierno de EE. UU. y pesos pesados como Microsoft, Apple, Amazon, Google, Qualcomm o Broadcom adquiriría todas las acciones cotizadas, con un compromiso de inversión de hasta 100.000 M$ en una década para rearmar la fundición. NVIDIA ya abrió la puerta con su ~5 %, señalan, como señal de que “el mercado aplaudiría”.


¿Por qué ahora? Las dos narrativas en conflicto

La narrativa de los promotores.

  • Intel no puede hacer las reformas necesarias bajo la tiranía del trimestre.
  • La integración vertical es inviable en su formato actual; hay que separar.
  • La escisión elimina el descuento de conglomerado, desbloquea valor y orienta capital donde hace falta (la fábrica).
  • Con apoyo público-privado, la fundición estadounidense puede plantar cara a TSMC en menos de 10 años.

La narrativa de los críticos.

  • La propuesta llega justo cuando Intel repunta con apoyos frescos; suena más a ventana de oportunidad que a convicción.
  • Trocear puede fragmentar I+D, duplicar costes y erosionar sinergias en un momento en el que diseño y proceso deben coordinarse.
  • Con la misma dirección que erró, el plan carece de credibilidad sin autocrítica ni un equipo nuevo e independiente al frente.
  • El paralelismo AT&T es forzado: aquello fue una separación regulatoria de monopolios de telecomunicaciones; semiconductores es otra liga, con cadenas globales y capex colosal.

Valoraciones y cifras: entre la aritmética rápida y la realidad fabril

Los cálculos que circulan —~100.000 M$ para PC y ~100.000 M$ para servidores— son aproximaciones que no consideran ciclos de producto, márgenes ni la carga histórica de nodos en transición. La fundición es el pozo de capital: levantar y operar fabs competitivas exige décadas de know-how y inversiones sucesivas. De ahí la insistencia de los proponentes en una inyección de hasta 100.000 M$ en diez años. Pero dinero no es lo único: talento, ecosistema de proveedores, rendimientos por oblea y pipeline de clientes anchor son cuellos de botella reales.

A favor de la tesis privatizadora, los defensores enarbolan GE como caso de éxito y el “conglomerate discount”. En contra, la complejidad de separar diseño y proceso sin perder velocidad cuando el mercado —IA mediante— corre. Y un factor adicional: regulación. Un consorcio con Big Tech comprando todo el capital de Intel obligaría a pasar un examen antimonopolio de primer nivel en EE. UU. y en otras jurisdicciones. No es un trámite.


Lo que sí es indiscutible: el contexto ha cambiado

La propuesta aterriza cuando Intel ya tiene sobre la mesa dinero y aliados. El Gobierno de EE. UU. respalda con recursos (menos del 10 % de participación) como parte del empuje político para relocalizar manufactura crítica; NVIDIA ha entrado con ~5 % y 5.000 M$; y, en paralelo, el discurso industrial en Washington es inequívoco: Estados Unidos quiere reducir su dependencia de Taiwán en la fabricación avanzada. En ese clima, la fundición de Intel —con buen rumbo o no— no es una apuesta privada más, sino una pieza de política industrial. Cualquier plan para trocearla se toparía con intereses de Estado.


Riesgos claros y posibles beneficios

Riesgos

  • Fragmentación de capacidades: separar proceso y diseño en plena transición de nodos podría ralentizar la hoja de ruta.
  • Costes duplicados y gobernanza compleja: dos compañías “madre” donde antes había una exige coordinación quirúrgica.
  • Impacto en el talento: otra reorganización masiva podría acelerar salidas.
  • Regulación antitrust: un consorcio Big Tech comprando el capital implicaría escrutinio extraordinario.

Posibles beneficios

  • Foco: cada unidad optimiza su P&L y estrategia sin compromisos cruzados.
  • Atracción de clientes para la fundición: con diseño fuera del perímetro, competidores “fabless” podrían confiar más en la fábrica.
  • Eliminación del “descuento”: si el mercado penaliza el conglomerado, la escisión puede revalorizar activos.

¿Qué piensa la industria? Señales mezcladas

La entrada de NVIDIA se lee como un espaldarazo a la capacidad fabril occidental —y una forma de diversificar riesgos—, no necesariamente como aval a trocear Intel. La movilización pública (menos del 10 %) busca amortiguar el capex de la fundición y acelerar nodos críticos. En paralelo, grandes clientes de centros de datos y de IA quieren second source más allá de TSMC. El “timing” de la propuesta, por tanto, huele a oportunismo para algunos analistas: aprovechar el viento de cola para forzar una reconfiguración que, hace solo dos años, carecía de oxígeno.


Preguntas clave sin respuesta (todavía)

  • Gobernanza: ¿quién lideraría la fundición separada? ¿Qué contratos anchor y compromisos de compra asegurarían la rampa de nodos?
  • Diseño: ¿cómo se garantiza la coordinación técnica con el proceso en una transición que exige coevolución diseño–fábrica?
  • Empleo: ¿qué pasaría con las plantillas en una escisión múltiple?
  • Riesgo regulatorio: ¿puede un consorcio con Microsoft, Apple, Amazon, Google, Qualcomm, Broadcom y liderazgo estatal superar el control antimonopolio sin condiciones draconianas?

La ironía de fondo: ¿quién propone el “arreglo”?

Lo subraya el texto original: los mismos perfiles que resucitaron una integración vertical “obsoleta”, minaron la moral y permitieron la sangría de talento son quienes ahora piden romper la casa. El argumento puede ser doble: o hablan con conocimiento de causa —“sabemos dónde está la grieta”—, o carecen de la credibilidad que exigiría una cirugía de este calibre. En ambos casos, el debate está servido. Sobre todo cuando aparece dinero fresco (NVIDIA, Gobierno) y el ciclo de la IA revaloriza la manufactura como ventaja estratégica.


Qué puede esperar el sector hasta 2028

La fecha 2028 asoma como horizonte para ejecutar la ruptura y poner a cotizar las unidades resultantes. Pero ese calendario solo se sostiene si concurren varias condiciones: financiación asegurada (los hasta 100.000 M$ que se barajan para la década), clientes comprometidos, nodificación alcanzada en la fundición y regulación favorable. Nada trivial. Mientras tanto, Intel seguirá operando, produciendo y compitiendo en PC, centro de datos e IA, con Mobileye como activo monetizable si el plan prospera y con una fundición a la que el mercado exigirá rendimientos por oblea crecientes.


Conclusión: entre la urgencia y el interés

La propuesta de dividir Intel en cinco piezas es ambiciosa, polémica y de consecuencias profundas. Habla de foco, valor desbloqueado y rescate industrial; omite costes de transición, riesgos de fragmentación y credibilidad de quienes la empujan. Llega, además, en un punto de inflexión: Intel recibe apoyos y vuelve a la conversación con la IA y la política industrial como catalizadores. Si la cirugía es el camino, el paciente merece algo más que eslóganes: gobernanza independiente, compromisos de inversión verificables y transparencia sobre los incentivos de cada actor. Lo contrario sería repetir la historia: grandes promesas, pocos resultados.


Preguntas frecuentes

¿Qué significa “dividir Intel en cinco partes” según la propuesta?
Implica sacar a Intel de bolsa, separar la fabricación (fundición) del diseño de chips, vender Mobileye (valor estimado ~15.000 M$) y desprenderse del brazo de capital riesgo. La quinta pata sería un consorcio liderado por el Gobierno de EE. UU. y grandes tecnológicas para comprar todo el capital cotizado y financiar la fundición con hasta 100.000 M$ en una década.

¿Por qué proponen hacerlo ahora, si Intel ha recibido apoyo público y privado?
Los proponentes alegan que la presión trimestral impide la reforma y que el conglomerado sufre un descuento de valoración. Los críticos replican que el “timing” coincide con entradas de capital (Gobierno <10 %, NVIDIA ~5 % y 5.000 M$) y que la propuesta puede responder a intereses de quienes participaron en el declive.

¿Qué beneficios y riesgos tiene separar diseño y fabricación?
Beneficios potenciales: foco, eliminación del “conglomerate discount”, atracción de clientes fabless para la fundición.
Riesgos: fragmentación de I+D, costes duplicados, pérdida de sinergias, riesgo regulatorio para un consorcio con Big Tech, y desgaste interno en un momento de transición de nodos.

¿Es realista el paralelismo con AT&T o el caso de General Electric?
Son referencias útiles, pero no equivalentes: AT&T fue una ruptura regulatoria en telecomunicaciones; GE operaba negocios con perfiles muy distintos. En semiconductores, la fundición avanzada exige capex masivo, talento y aprendizaje acumulado. El éxito de una escisión así no está garantizado y depende de clientes, regulación y ejecución impecable.

vía: elchapuzasinformatico

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