El auge de servicios europeos como Ecosia y ProtonMail refleja una creciente inquietud en la UE por la hegemonía tecnológica de EE.UU.
La aspiración de Europa a alcanzar una verdadera soberanía digital se enfrenta a una dura realidad: las principales empresas tecnológicas del mundo siguen siendo estadounidenses y, en su mayoría, respaldan abiertamente al expresidente y actual mandatario Donald Trump. Esta situación ha reavivado en el continente europeo un debate profundo sobre la dependencia digital, en un contexto de tensiones geopolíticas, desafíos en materia de privacidad y temor a una concentración de poder sin precedentes.
Durante años, plataformas como Google, Facebook, Amazon, X (antiguamente Twitter), Netflix o Instagram se han integrado plenamente en la vida cotidiana de los europeos. Abandonarlas hoy se antoja complicado, incluso para los ciudadanos más concienciados. Sin embargo, iniciativas como la organización benéfica Topio, con sede en Berlín, están ganando relevancia al ayudar a los usuarios a eliminar los rastros de las grandes tecnológicas estadounidenses de sus dispositivos móviles.
Michael Wirths, fundador de Topio, resume el sentir general: “Antes venían personas interesadas en la privacidad. Ahora vienen ciudadanos preocupados por el rumbo político global y el dominio creciente de las tecnológicas sobre nuestras vidas”.
El respaldo de Silicon Valley a Trump y su impacto en Europa
Desde que Donald Trump regresó al poder, varias empresas del sector tecnológico han mostrado su cercanía con su administración. Elon Musk, CEO de Tesla y propietario de X, fue uno de sus principales asesores en los primeros compases del mandato. A la vez, ejecutivos de Meta, Alphabet (Google), Amazon y otras compañías ocuparon lugares destacados en su ceremonia de investidura.
El contraste con la presidencia de Joe Biden es notable. Biden, en sus últimos días en la Casa Blanca, alertó sobre la formación de un «complejo industrial tecnológico oligárquico» que, según él, amenazaba los principios democráticos.
Mientras tanto, en Europa, crece la inquietud. La administración Trump ha dado pasos que Europa percibe como hostiles: aranceles comerciales, acusaciones de censura a gobiernos europeos por regular plataformas digitales, y hasta amenazas de restricciones de visado a funcionarios que, según EE.UU., limiten la libertad de expresión de ciudadanos estadounidenses en redes sociales.
El renacer de alternativas digitales europeas
A pesar de las dificultades, algunas iniciativas europeas están logrando avances. Ecosia, el buscador ecológico fundado en Berlín, ha visto cómo el tráfico procedente de países de la UE aumentó un 27 % interanual, alcanzando los 122 millones de visitas en febrero. Aunque la cifra palidece frente a los 10.300 millones de visitas de Google en el mismo mes, Ecosia presume de un modelo de negocio basado en la sostenibilidad: en abril, destinó 770.000 euros de sus ingresos a la plantación de 1,1 millones de árboles.
También ProtonMail, el servicio de correo electrónico cifrado con sede en Suiza, ha registrado un crecimiento del 11,7 % en usuarios europeos en el último año. Y la aplicación de mensajería Signal, gestionada por una fundación estadounidense sin ánimo de lucro, ha experimentado un aumento del 7 % en instalaciones en Europa durante el mes de marzo.
Mientras tanto, plataformas descentralizadas como Mastodon, creada por el programador alemán Eugen Rochko, han ganado notoriedad desde que Musk adquirió Twitter. No obstante, su alcance aún es limitado frente a los gigantes estadounidenses.
El desafío estructural de la independencia tecnológica
Pese al crecimiento de alternativas, analistas y expertos advierten que una desconexión total de las infraestructuras digitales de Estados Unidos es, al menos por ahora, prácticamente inviable. “Desde las notificaciones push hasta las redes de distribución de contenido o el enrutamiento del tráfico web, todo está profundamente interconectado con infraestructura y empresas estadounidenses”, explica Bill Budington, miembro de la Electronic Frontier Foundation.
Incluso Ecosia y el motor de búsqueda francés Qwant dependen parcialmente de resultados proporcionados por Google y Bing, y utilizan servicios de nube que, en parte, siguen alojados en plataformas gestionadas por los mismos gigantes que critican.
En Alemania, algunas administraciones regionales, como la del estado de Schleswig-Holstein, han optado por reemplazar el software propietario por soluciones open source en toda la administración pública. A nivel nacional, el nuevo gobierno se ha comprometido a impulsar infraestructuras en la nube localizadas en Europa y a adoptar estándares abiertos como parte de su hoja de ruta digital.
Además, Berlín ha financiado el acceso de Ucrania a la red satelital francesa Eutelsat, en lugar del sistema Starlink de Elon Musk, como gesto simbólico y político de independencia tecnológica.
¿Camino hacia la soberanía o batalla perdida?
Para muchos expertos, la solución no llegará solo desde la voluntad ciudadana, sino a través de regulaciones firmes. “El mercado está demasiado capturado. Hace falta también regulación”, sostiene el activista digital Robin Berjon. En este sentido, la Unión Europea ha puesto en marcha leyes como el Reglamento de Servicios Digitales (DSA), que exige a las plataformas actuar contra contenidos ilegales, incluyendo discursos de odio y abusos infantiles.
Sin embargo, la respuesta de las tecnológicas ha sido tajante: Meta y otras han acusado a Bruselas de censura. Por su parte, altos cargos estadounidenses, como el secretario de Estado Marco Rubio, han lanzado advertencias contra regulaciones europeas que, a su juicio, atentan contra la libertad de expresión.
La brecha entre ambas potencias digitales —una en busca de independencia, la otra afianzando su dominio— parece seguir ampliándose. En medio, millones de europeos reflexionan, cada vez más, sobre el precio de la comodidad digital y la necesidad de recuperar el control sobre sus datos y sus herramientas tecnológicas. La soberanía digital, aunque aún lejana, ya no es un concepto abstracto, sino una cuestión de principios.
vía: reuters