Con nuevos aranceles de hasta el 145%, el gobierno de Trump ha desatado una ola de tensiones que sacude las cadenas globales de suministro. El sector tecnológico, profundamente interconectado entre ambas potencias, enfrenta un escenario volátil con posibles efectos en precios, producción y geopolítica digital.
La nueva administración de Donald Trump no ha tardado en hacer sentir su impronta en el comercio internacional. Apenas asumido como el presidente número 47 de Estados Unidos, firmó el memorando “America First Trade Policy”, que derivó en una serie de órdenes ejecutivas con incrementos arancelarios generalizados, afectando incluso a aliados como México, Canadá y Perú.
Sin embargo, el principal objetivo ha sido China. En apenas tres meses, los aranceles a las importaciones chinas escalaron de un 10 % inicial a un 145 %, desencadenando lo que ya se conoce como una nueva guerra comercial tecnológica.
Cadenas globales en tensión
El sector más golpeado por este conflicto es el tecnológico. La dependencia mutua entre Estados Unidos y China en esta industria es profunda: empresas norteamericanas como Apple, Dell y Tesla dependen del ensamblaje en China, mientras que China necesita de EE. UU. para acceder a semiconductores avanzados, software propietario y maquinaria de precisión.
José Paredes, analista de infraestructura empresarial de IDC, lo resume así:
“Una escalada de aranceles puede romper cadenas de valor integradas. Hay una interdependencia muy clara entre ambos países, particularmente en componentes electrónicos, teléfonos inteligentes y servidores.”
Los efectos fueron inmediatos. Tras el anuncio del “Día de la Liberación”, el índice tecnológico Nasdaq cayó un 10 %. Apple perdió un 12 % de su valor bursátil, Tesla enfrentó incertidumbre por su fábrica en Shanghái y Dell se desplomó un 17 %. Aunque gigantes como Microsoft y Amazon resistieron mejor gracias a su enfoque en software y servicios, el nerviosismo fue generalizado.
Aranceles, exclusiones y presión empresarial
La industria tecnológica no se quedó de brazos cruzados. Empresas como Apple presionaron directamente al gobierno estadounidense para obtener exenciones. Y lo lograron. Productos clave como smartphones, ordenadores, routers, memorias y maquinaria de semiconductores quedaron fuera del 125 % de aranceles.
Tim Cook, CEO de Apple, evitó criticar abiertamente a Trump, cultivó relaciones en Washington y logró blindar buena parte de su cadena de suministro. Otras compañías imitaron la estrategia, aunque los detalles permanecen confidenciales.
A pesar de las exenciones, el entorno sigue siendo volátil. La orden ejecutiva 14316 extendió hasta el 1 de agosto la suspensión de los aranceles tecnológicos, pero Trump ha advertido que no habrá más prórrogas si no se cierran acuerdos con países clave como Japón, Corea del Sur o Tailandia.
Perú: impacto limitado por ahora
En el caso de Perú, el impacto directo ha sido moderado. Se impuso un arancel del 10 % a las exportaciones peruanas hacia EE. UU., pero no se aplicaron medidas sobre las importaciones.
Fernando Grados, director ejecutivo de Dominio Consultores, señala:
“La verdad es que no nos ha afectado. Muchos dispositivos que se venden en Perú vienen de México o China directamente, no desde EE. UU. Además, el mercado peruano ha mostrado crecimiento, salvo en smartphones.”
De hecho, los datos indican que el mercado TI peruano ha crecido en todas sus categorías principales —ordenadores, televisores, impresoras—, con excepción de los teléfonos móviles, que cayeron entre un 8 % y 9 % en el primer trimestre de 2025.
¿Hacia una fragmentación tecnológica global?
Más allá del impacto económico inmediato, lo que se perfila es una posible fractura del ecosistema digital global. “Cada bloque intenta imponer sus estándares y plataformas, lo que puede llevar a una fragmentación tecnológica”, advierte Paredes de IDC.
Estados Unidos ha vetado el uso de equipos 5G de Huawei y ZTE, mientras que China impulsa su sistema operativo Harmony OS y desarrolla sus propios chips tras las restricciones a Nvidia y ARM.
Empresas como TSMC ya están reconfigurando sus planes: han detenido la construcción de una planta en Japón y acelerado su expansión en Arizona para alinear sus operaciones con la política industrial estadounidense. Apple, por su parte, acelera el ensamblaje de iPhones en India y Vietnam con el objetivo de reducir su dependencia de China antes de 2026.
¿Y ahora qué?
A medida que se acerca el 1 de agosto, las tensiones crecen. Si los aranceles vuelven, podrían provocar un aumento del 31 % en los precios de los smartphones, del 34 % en portátiles y del 69 % en consolas, según estimaciones de la Consumer Technology Association (CTA).
En un mundo donde la tecnología es columna vertebral de la economía, los efectos de esta guerra arancelaria van más allá de la balanza comercial: podrían definir las nuevas reglas del juego geopolítico, tecnológico y económico del siglo XXI.
Por ahora, los mercados observan con cautela. Todo puede cambiar con una nueva orden ejecutiva. Y en este juego de poderes, el único consenso es que el statu quo ha terminado.
vía: ctoperu