El auge de China como potencia en semiconductores reconfigura el equilibrio global, mientras Estados Unidos y sus aliados buscan formas de contener su avance.
China ha superado un nuevo umbral en la industria global de los semiconductores: ya concentra el 38 % de los equipos de fabricación de chips, según revela un reciente informe de McKinsey. Esta cifra no solo confirma el rápido avance del gigante asiático, sino que también lo sitúa por delante de Corea del Sur, Estados Unidos y Europa juntos en capacidad instalada.
El informe, que analiza el periodo comprendido entre 2010 y 2024, describe una transformación profunda del sector. En apenas 14 años, China ha pasado de representar el 6 % del mercado global de equipos de fabricación a ser el líder indiscutible. Esta expansión tiene lugar en paralelo al desarrollo de su propio ecosistema de semiconductores, cada vez menos dependiente de Occidente, pese a las sanciones impuestas por Estados Unidos a empresas clave como Huawei y su filial HiSilicon.
De comprador a potencia productora
China ha dejado de ser un mero comprador de chips y ha comenzado a dominar las cadenas de producción. Entre 2010 y 2020, Pekín incrementó su cuota del mercado mundial de equipos del 6 % al 25 %, y al finalizar 2024 alcanzó el 38 %, acaparando cada vez más pedidos a los principales fabricantes de maquinaria litográfica y sistemas avanzados de empaquetado.
Este movimiento no es casual: las restricciones impuestas por EE. UU. a la exportación de tecnologías críticas han acelerado los planes del Partido Comunista Chino para lograr la autosuficiencia tecnológica. Las compras masivas de maquinaria podrían, además, estar relacionadas con una estrategia de acopio preventivo ante nuevas sanciones o restricciones en el comercio internacional.
El resto del mundo, en tensión
Mientras China avanza, otros países reorganizan sus piezas. Taiwán ha comenzado a trasladar parte de su capacidad de fabricación a Estados Unidos y Europa, Japón ha mantenido un crecimiento limitado en nuevas fábricas —más allá del proyecto Rapidus— y Estados Unidos continúa invirtiendo miles de millones a través del CHIPS Act para reindustrializar el sector.
Sin embargo, según McKinsey, el ritmo chino es tal que podría alcanzar el 50 % del total mundial de equipos de fabricación antes de 2030 si mantiene su tasa de crecimiento del 9 % anual. Esta concentración de capacidades plantea un nuevo escenario geopolítico y económico.
Una industria dividida
Aunque el sector ha experimentado una recuperación global tras la crisis de 2022-2024, McKinsey advierte que la rentabilidad está cada vez más concentrada en un puñado de empresas. En 2024, el 5 % superior de las compañías del sector —entre ellas NVIDIA, TSMC, Broadcom y ASML— generó el 100 % del beneficio económico agregado, mientras que el 95 % restante registró pérdidas o beneficios mínimos.
La expansión de China en esta industria, fuertemente ligada al desarrollo de la Inteligencia Artificial, también está poniendo presión sobre los márgenes de las compañías occidentales, que deben competir con costes más bajos, una política industrial coordinada y un mercado interno en plena expansión, especialmente en sectores emergentes como el vehículo eléctrico y los drones comerciales.

¿Pueden las sanciones frenar a China?
La estrategia de Estados Unidos para contener el ascenso tecnológico chino se ha basado en sanciones, controles de exportación y acuerdos con aliados. Pero los datos apuntan a que estas medidas, aunque han ralentizado temporalmente a gigantes como Huawei, no han conseguido frenar el avance estructural del país asiático.
De hecho, Pekín ha respondido con un mayor impulso interno, fomentando la inversión en semiconductores nacionales, lanzando iniciativas de sustitución tecnológica y fortaleciendo el apoyo financiero a empresas clave del sector.
Se espera que a principios de 2026 comiencen a llegar los primeros resultados tangibles sobre el impacto real de los aranceles y restricciones promovidas por la Administración Trump y sus sucesores. Pero, de momento, China lidera una carrera que redefine el tablero global.
El futuro se juega en el silicio
El sector de los semiconductores podría alcanzar los 1,3 billones de dólares en ingresos para 2030, según estimaciones de McKinsey. Gran parte de ese crecimiento vendrá impulsado por la inteligencia artificial, la computación en la nube y la expansión del hardware para centros de datos. Pero también dependerá de quién controle las herramientas críticas de producción.
Con un ecosistema cada vez más interconectado, el dominio de China en equipos de fabricación no solo tiene implicaciones económicas, sino también geopolíticas y estratégicas. La competencia ya no es solo por fabricar chips, sino por decidir quién pone las reglas en la era digital.
¿Podrán Estados Unidos y sus aliados responder con la misma velocidad? ¿O será China quien consolide su supremacía en la base tecnológica del futuro? La próxima década será decisiva.
Fuente: mckinsey