La disputa entre China y Taiwán ha alcanzado un nuevo nivel de tensión con las recientes acusaciones de Pekín contra la isla. El gobierno chino sostiene que Taiwán está entregando su valiosa industria de semiconductores a Estados Unidos con el fin de obtener apoyo político y avanzar en su aspiración de independencia. Estas declaraciones han encendido aún más un conflicto que ya de por sí era complejo y que involucra a la economía global y a la hegemonía tecnológica.
Las críticas de Pekín surgieron tras informes que sugieren que la multinacional Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), líder mundial en fabricación de chips, podría estar negociando la compra de participaciones en Intel, uno de los mayores rivales estadounidenses en el sector. Aunque ni TSMC ni Intel han confirmado oficialmente esta información, China no ha tardado en reaccionar con vehemencia.
«Con el fin de buscar beneficios egoístas, las autoridades del Partido Progresista Democrático han hecho demandas libremente a fuerzas externas, utilizando la industria de semiconductores de Taiwán y empresas poderosas para abrirse paso y depender de países extranjeros para buscar la independencia, e incluso regalarlos como recuerdos», afirmó Zhu Fenglian, portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán de China, durante una rueda de prensa en Pekín.
Las palabras de Zhu reflejan el creciente descontento de Pekín con la estrategia de Taiwán, que desde hace años mantiene una fuerte relación con Estados Unidos en el ámbito tecnológico y comercial. Washington, por su parte, ha redoblado sus esfuerzos por trasladar la fabricación de chips a su propio territorio, buscando reducir su dependencia de Asia y fortaleciendo su posición ante China.
La industria de semiconductores es un pilar fundamental para la economía taiwanesa y también un elemento estratégico en la rivalidad entre China y Estados Unidos. Taiwán concentra la mayor parte de la producción de chips avanzados del mundo, lo que la convierte en un actor clave en la tecnología global y en un objetivo de presión geopolítica.
Pese a las críticas chinas, el gobierno taiwanés mantiene su postura de independencia económica y política. Hasta la fecha, el Consejo de Asuntos Continentales de Taiwán y TSMC no han emitido declaraciones oficiales en respuesta a las acusaciones de Pekín, aunque el debate sigue intensificándose a medida que la industria de chips se convierte en una pieza clave en la pugna entre potencias.
Donald Trump, en su mandato, ya había criticado a Taiwán por monopolizar la producción de semiconductores y manifestó en varias ocasiones su intención de que más empresas estadounidenses participaran en este sector. En este contexto, la actual administración estadounidense sigue promoviendo la construcción de fábricas de chips en su territorio, con el respaldo de gigantes de la industria.
A medida que avanza la guerra tecnológica entre China y Estados Unidos, Taiwán sigue en el centro del huracán. Con Pekín endureciendo su discurso y Washington reforzando su relación con la isla, la industria de semiconductores se ha convertido en un campo de batalla crucial para la economía y la diplomacia internacional.