La carrera por la Inteligencia Artificial se está convirtiendo, cada vez más, en una carrera por el acceso a chips. Y cuando el acceso se cierra por decreto, aparecen las alternativas. Eso es lo que sugiere la última información sobre Tencent, uno de los gigantes tecnológicos de China, que habría encontrado una forma legal pero políticamente explosiva de aprovechar las GPU Blackwell de NVIDIA —las mismas que Washington pretende mantener fuera del alcance directo de las empresas chinas— sin importarlas a territorio chino.
El mecanismo sería tan simple como difícil de encajar en una guerra tecnológica: alquilar capacidad de cómputo en centros de datos fuera de China. Según la investigación, Tencent habría accedido a GPU B200 (y también a capacidad asociada a B300 en planes de despliegue) a través de un proveedor japonés de “neocloud” llamado Datasection, con infraestructura principalmente en Japón y Australia. En otras palabras: si el hardware no cruza la frontera, pero la potencia de cálculo se consume remotamente, el control de exportaciones pierde parte de su efecto práctico.
El “truco” no es contrabando: es nube
La clave está en la letra pequeña. Las restricciones estadounidenses han buscado limitar la venta y exportación de los chips más avanzados a China, sobre todo los orientados a entrenamiento e inferencia de IA a gran escala. Sin embargo, el auge del modelo “GPU-as-a-service” añade una zona gris: la empresa china no compra el chip, no lo recibe, no lo instala en un CPD propio. Lo usa a distancia, alquilando tiempo de cálculo en una instalación en un país aliado o socio comercial.
De acuerdo con lo publicado, Datasection habría cerrado contratos de gran tamaño para operar un clúster de alrededor de 15.000 procesadores Blackwell y reservar una parte significativa de esa capacidad para un cliente de referencia. Ese cliente, según personas familiarizadas con el acuerdo citadas en la información, sería Tencent, a través de una relación canalizada por terceros. El volumen económico no es menor: se habla de contratos que superarían los 1.200 millones de dólares. No es una compra puntual: es una estrategia de suministro disfrazada de servicio.
Esta fórmula es, además, coherente con una tendencia que analistas vienen apuntando desde hace meses: cuando las limitaciones de hardware frenan a los grandes laboratorios, el mercado se reorganiza alrededor de quién tiene acceso a capacidad instalada, aunque esté en otro continente. En 2025, la ventaja competitiva ya no es solo diseñar mejores modelos, sino garantizar que los entrenas en la infraestructura adecuada.
Japón y Australia: geografía de la potencia
La dimensión geopolítica se entiende mejor al mirar el mapa. En un mundo donde China intenta acelerar su ecosistema de chips domésticos, empresas como Tencent, Alibaba o Baidu siguen teniendo una necesidad inmediata: capacidad de cómputo de primer nivel para entrenar y operar modelos competitivos. Si no pueden comprar lo mejor directamente, pueden optar por rutas indirectas.
En este caso, la infraestructura se situaría en Osaka (Japón) y Sídney (Australia), dos ubicaciones con conectividad, estabilidad regulatoria y peso estratégico en el Indo-Pacífico. Ese detalle importa porque convierte la discusión en un problema internacional: la potencia de IA no viaja en cajas, viaja por fibra.
Para Estados Unidos, la cuestión es incómoda. Por un lado, el modelo “alquiler” permite que el ecosistema occidental siga facturando y mantenga influencia tecnológica. Por otro, debilita la intención original de los controles: impedir que rivales estratégicos escalen su capacidad de IA con tecnología puntera.
Lo que gana Tencent y lo que pierde el control de exportaciones
Para Tencent, el incentivo es evidente: acceder a un salto generacional en rendimiento sin esperar a que el mercado local cubra esa brecha. Blackwell (B200/B300) representa la nueva frontera del cómputo para IA, y la diferencia respecto a generaciones anteriores puede ser decisiva en costes por entrenamiento, tiempo de iteración y capacidad de servir productos de IA a gran escala.
Para Washington, el riesgo es que el control se convierta en un juego de “cumplo la norma, pero no el objetivo”. La nube puede transformar un veto a la propiedad en un simple cambio de modelo de consumo. Y cuando se habla de laboratorios con presupuestos de miles de millones, alquilar no es una solución temporal: puede convertirse en la forma preferida de operar.
No es casual que el asunto esté elevando presión política. La idea de que compañías chinas usen GPU avanzadas, aunque estén físicamente instaladas en Japón o Australia, puede impulsar nuevas interpretaciones regulatorias: límites por usuario final, por tipo de carga, por control de acceso, por auditorías o por trazabilidad del uso real. En la práctica, sería intentar exportar el control de exportaciones… al terreno del servicio.
Datasection y el auge del “neocloud” como actor estratégico
Otro protagonista del caso es Datasection, descrita como un proveedor emergente que ha girado hacia la infraestructura de IA con acuerdos de gran tamaño. En el mercado se está consolidando una categoría nueva: empresas que no son hiperescalares tradicionales, pero que montan clústeres enormes de GPU para alquilarlos a terceros. Ese “neocloud” se alimenta de la fiebre de la IA y de un hecho básico: hay más demanda que oferta de capacidad avanzada.
Si este tipo de proveedores se convierten en intermediarios habituales, el tablero cambia: el poder se desplaza desde “quién puede comprar chips” hacia “quién puede reservar clústeres” y “quién puede desplegarlos donde la regulación sea más favorable”. Es la economía de la IA convertida en logística global.
Un impacto directo en economía: costes, inversión y ventaja competitiva
La historia también se lee en clave financiera. Alquilar Blackwell fuera de China implica:
- Costes recurrentes elevados (contratos multianuales) frente a una inversión de capital directa.
- Dependencia de terceros para disponibilidad, latencia y continuidad del servicio.
- Riesgo regulatorio: si el marco cambia, la capacidad podría restringirse o encarecerse de golpe.
Aun así, para compañías que compiten por cuota en servicios de IA, el cálculo puede ser claro: pagar más hoy para no quedarse atrás mañana. Es un patrón habitual en mercados tecnológicos: cuando el recurso crítico escasea, se paga por acceso, no por propiedad.
Y, en paralelo, NVIDIA también aparece en el fondo del escenario: si los vetos a China reducen ventas directas, la nube fuera de China puede actuar como válvula de escape comercial, aunque sea políticamente sensible. En un momento en el que la política industrial y la política de seguridad se mezclan con resultados trimestrales, cada “loophole” se convierte en debate público.
Preguntas frecuentes
¿Qué significa exactamente “alquilar GPU Blackwell” si están prohibidas para China?
Que los chips no se exportan a China ni se entregan a una empresa china, sino que se instalan en centros de datos en otros países y se ofrecen como servicio remoto, pagando por uso o por capacidad reservada.
¿Es legal que una empresa china use chips avanzados de NVIDIA desde Japón o Australia?
Según lo publicado, esta modalidad se sitúa en una zona donde el control de exportaciones es menos explícito, porque regula la exportación/venta del hardware, no siempre el uso remoto del cómputo. Precisamente por eso podría convertirse en objetivo de futuras restricciones.
¿Por qué a las grandes tecnológicas chinas les interesa más alquilar que comprar chips menos potentes disponibles en su mercado?
Porque el rendimiento de las GPU más avanzadas reduce tiempos y costes de entrenamiento, permite servir modelos más grandes y acelera lanzamientos. En IA, la ventaja puede estar en semanas.
¿Qué impacto puede tener esto en el precio y la disponibilidad global de capacidad de IA?
Si el alquiler se consolida, la demanda de clústeres fuera de China podría tensar todavía más la oferta de GPU avanzadas y elevar precios de servicios de computación, especialmente para clientes que compiten por reservas a largo plazo.
vía: wccftech