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Swisscom desafía el modelo dominante de SASE: una lección de soberanía digital para América Latina

El operador suizo lanza beem, una solución SASE construida sobre infraestructura nacional, que marca un giro estratégico frente a la dependencia de la nube global. ¿Es una excentricidad europea o una señal de lo que viene?

Durante años, las grandes narrativas tecnológicas empujaron a las operadoras de telecomunicaciones a externalizar. La nube era el camino. Los vendors globales, los aliados naturales. La misión: simplificar, escalar, delegar. Pero Swisscom, el operador histórico de Suiza, acaba de decir algo distinto con hechos, no con discursos: ha lanzado beem, una solución SASE soberana que rompe con ese paradigma. Construida en sus propios centros de datos, operada desde su red nacional, con inspección local y control total de los datos. Todo bajo jurisdicción suiza.

En un sector dominado por proveedores como Zscaler, Cisco o Palo Alto, el gesto de Swisscom puede parecer anecdótico. Pero no lo es. Es un desafío directo al modelo cloud-delivered de SASE y una apuesta clara por la autonomía operativa, en un contexto donde la soberanía digital ya no es un capricho, sino una necesidad.

¿Qué es beem y por qué importa?

beem no propone abandonar la arquitectura SASE —esa convergencia de conectividad y seguridad que redefine el acceso seguro a aplicaciones en la era del teletrabajo—. Lo que propone es reformular sus fundamentos: no más POPs distribuidos en infraestructuras ajenas, no más inspección como servicio tercerizado, no más pérdida de trazabilidad.

Swisscom lo integra directamente en su red fija y móvil, con autenticación SIM, inspección de tráfico propia, control del plano de datos y gestión nacional del servicio. No busca velocidad ni escalabilidad como únicas métricas de éxito, sino control, gobernanza y confianza.

¿Un caso suizo sin relevancia regional?

Para muchos operadores de América Latina, esta apuesta puede parecer lejana. La infraestructura local aún es desigual, la presión regulatoria en materia de soberanía digital es escasa y el costo de operar centros de datos propios no siempre es viable. Pero el precedente cuenta.

La tendencia en la región ha seguido la ruta opuesta: tercerización progresiva, dependencia de proveedores SaaS, migración a nubes públicas. Todo bajo el argumento de reducir costes y acelerar el tiempo de despliegue. Pero esa lógica deja expuestos flancos críticos: ¿qué pasa con la jurisdicción de los datos? ¿Con la trazabilidad ante incidentes? ¿Con el cumplimiento normativo a futuro?

Swisscom ofrece una alternativa para entornos donde esos factores no son negociables: gobiernos, salud, banca, infraestructuras críticas. Y aunque no sea el camino de todos, sí demuestra que el control técnico sigue siendo posible… si hay voluntad y estrategia.

SASE como símbolo de un cambio más profundo

El verdadero impacto de beem no está en cómo inspecciona el tráfico, sino dónde lo hace y quién tiene el control. Versa Networks, el proveedor tecnológico detrás del proyecto, habla de «air-gapped deployments», inspección in-country, arquitectura self-determined. Términos que hasta hace poco estaban reservados a agencias gubernamentales y bancos centrales, hoy entran en el portafolio de un operador comercial.

Esto plantea una tensión de fondo en toda la industria: eficiencia vs soberanía, conveniencia vs responsabilidad. Swisscom ha optado por el segundo camino. No porque sea más rentable a corto plazo, sino porque cree que ahí está la nueva propuesta de valor para ciertos sectores.

¿Y América Latina?

El contexto latinoamericano es distinto, pero no ajeno. La región aún no enfrenta una ola regulatoria como el GDPR europeo o la directiva NIS2, pero el debate sobre la soberanía digital está empezando a abrirse paso. Desde los planes de identidad digital hasta la expansión del cloud público, la pregunta de quién tiene el control real de los datos empieza a inquietar a gobiernos y empresas.

beem plantea una disrupción suave, pero potente: demuestra que la telco puede volver a ser custodio, no solo transportista de datos. Que hay espacio para construir soluciones donde el cumplimiento no dependa de contratos, sino de arquitectura. Que la gobernanza puede formar parte del producto, no solo del discurso.

Conclusión: ¿una moda suiza o una necesidad estratégica?

Swisscom no ha reinventado la tecnología, ha redefinido el contexto operativo. beem no compite en precio ni busca volumen. Su valor está en ofrecer una alternativa para quienes no quieren ni pueden delegar más. Su impacto no se medirá en cuota de mercado, sino en precedentes.

Para América Latina, mirar hacia beem no es copiar, sino reflexionar. Sobre cómo se construye confianza. Sobre qué significa hoy ser operador. Sobre si la eficiencia operativa justifica renunciar al control. Porque, en última instancia, la soberanía digital es también una cuestión de poder.

Y quizá la verdadera pregunta no sea si podemos permitirnos volver a tener el control. Sino si podemos permitirnos no tenerlo.

vía: Telesemana

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