Durante los últimos meses, los mercados han vivido un romance casi incondicional con todo lo que huela a Inteligencia Artificial. Grandes y medianas compañías se han subido a una ola de inversión sin precedentes, disparando valoraciones, alimentando expectativas y fijando un nuevo vocabulario de moda: centros de datos acelerados, modelos de lenguaje, agentes, cómputo soberano. En ese clima de euforia, NVIDIA se ha convertido en el emblema de la era: un proveedor de chips y plataformas de software que ha crecido a un ritmo vertiginoso hasta competir por el trono de la capitalización mundial.
Y en ese mismo escenario, Michael Burry —el inversor que advirtió del colapso hipotecario de 2008— ha decidido ir a contracorriente. Su fondo, Scion Asset Management, ha declarado posiciones bajistas mediante opciones de venta sobre NVIDIA y Palantir. No es un gesto menor ni una boutade para llamar la atención: es un golpe directo a la narrativa que sostiene el rally de la IA. La pregunta, inevitable, alimenta titulares y conversaciones de pasillo: ¿hay burbuja y está a punto de estallar?
La jugada: puts sobre los iconos de la IA y calls defensivas
Los documentos regulatorios revelan que Scion ha tomado posiciones en opciones de venta (puts) equivalentes a millones de acciones de NVIDIA y Palantir. Esos contratos ganan valor si las cotizaciones caen; no obligan a una venta al descubierto clásica, pero sí expresan, nítidamente, una expectativa bajista o la necesidad de cobertura. Además, Burry ha incorporado opciones de compra (calls) sobre Halliburton y Pfizer, dos compañías de perfiles muy distintos —energía y farmacéutica— y alejadas del frenesí que rodea al sector de la IA. El contraste resulta deliberado: reduce exposición al “riesgo narrativo” y diversifica posibles catalizadores macro (precio del crudo, ciclo sanitario, inversión pública y privada fuera del perímetro tech).
Conviene recordar un matiz que a menudo se pierde en el ruido del mercado: las 13F reflejan una foto fija con retraso, no detallan precios de ejercicio ni fechas de vencimiento, y permiten estrategias complejas (spreads, coberturas, pares). Dicho de otro modo, Burry está enviando una señal, no necesariamente apostando por un derrumbe inminente. Pero la señal, viniendo de quien viene, pesa.
Un tablero tensionado por expectativas… y por capital
La tesis de Burry se apoya en una percepción que se oye cada vez con más frecuencia: el entusiasmo inversor podría estar adelantándose a la realidad económica. Las valoraciones de los líderes de la IA descuentan años de crecimiento perfecto, márgenes sostenidos en la estratosfera y un apetito de inversión interminable por parte de los gigantes tecnológicos, gobiernos y sectores regulados. De hecho, el gasto de capital en infraestructura de IA se ha convertido en un indicador fetiche: entre hiperescaladores y grandes plataformas, los compromisos para 2025 y 2026 ya apuntan a una cifra agregada que muchos analistas sitúan muy por encima de los 300.000 millones de dólares. La visión bullish defiende que estamos ante una nueva capa industrial —un “sistema operativo” para la economía— y que cada euro invertido hoy se monetizará multiplicado mañana. La visión escéptica teme el “capex circular”: gigantes que se compran tecnología unos a otros, financiados por mercados que exigen crecimiento, en un circuito que podría frenarse si los retornos tardan más de lo previsto.
Es ahí donde Burry clava la pica. Su mensaje implícito no niega la revolución tecnológica —sería absurdo—, sino la complacencia en los múltiplos y la subestimación del riesgo de ejecución. Preguntas incómodas emergen: ¿todos los despliegues de IA generarán flujo de caja positivo en los plazos que descuentan las cotizaciones? ¿Cuántos proyectos piloto pasarán el filtro del retorno real más allá de la demo? ¿Qué ocurrirá si la capacidad instalada supera la demanda utilizable durante un par de ejercicios?
NVIDIA, entre el liderazgo indiscutible y el escrutinio permanente
NVIDIA ha cimentado un dominio difícil de cuestionar: GPUs para entrenamiento e inferencia, redes de interconexión, software (CUDA, cuDNN, Triton, frameworks) y una comunidad de desarrolladores que refuerza el efecto red. A ello se suma una demanda que, por ahora, excede la oferta pese al ramp-up de los empaquetados avanzados. La compañía sostiene —con insistencia— que no existe burbuja: que lo que se está creando es infraestructura fundacional para la próxima década y que la transición desde el cómputo generalista al acelerado no es una moda, sino un cambio de paradigma. En esa versión, los chips no son un fin, sino una pieza de un stack completo que seguirá atrayendo inversión mientras la IA demuestre utilidad práctica en productividad, investigación, industria o servicios públicos.
Los críticos replican que el liderazgo técnico no blinda a nadie de los ciclos. Señalan, además, que una parte del crecimiento reciente proviene de una concentración sin precedentes en el gasto de unos pocos actores con balances descomunales. Si esas carteras ajustan el paso —por prudencia, por tipos, por regulación o por simple saturación—, el efecto sobre pedidos y guías podría ser brusco. En esa coyuntura hipotética, una compañía tan ampliamente poseída por institucionales y minoristas es, por definición, más frágil ante shocks de expectativas.
Palantir, entre misión y múltiplos
El otro objetivo de Burry, Palantir, vive un momento dulce: fuerte tracción en defensa, contratos estratégicos, narrativa de plataforma operativa de datos para empresas y gobiernos, y un discurso que mezcla misión —“software por una causa”— con aceleración comercial. Alex Karp, su consejero delegado, ha reaccionado con vehemencia frente a los bajistas, defendiendo la visibilidad del negocio y la utilidad tangible de sus productos. Pero ahí vuelve el debate de los múltiplos: ¿hasta qué punto es sostenible un precio que descuenta un crecimiento casi exponencial a medio plazo? La historia de la tecnología está llena de compañías excelentes que, durante años, fueron inversiones mediocres por haber pagado demasiado pronto por décadas lejanas.
El ecosistema mira de reojo: AMD, proveedores y “segundas derivadas”
La decisión de Burry no ocurre en el vacío. Toda la cadena de valor observa con atención: competidores directos como AMD, fabricantes y ensambladores, proveedores de packaging, memorias HBM, redes de alta velocidad, integradores y, por supuesto, clientes finales (desde hiperescaladores a bancos, farmacéuticas, automoción o salud). Cualquier pinchazo en el ritmo de pedidos de los líderes se transmite por capilares: presupuestos que se revisan, calendarios que se desplazan, proyectos que pasan de “go” a “wait”.
Ahora bien, también hay segundas derivadas al alza si se normaliza el ciclo: menos tensión en precios de componentes, mejor planificación de supply chain, mayor enfoque en eficiencia energética y TCO real, y un ecosistema más sano que pivota desde “comprar lo que haya” a “comprar lo que tenga sentido”. En ese posible escenario, actores con propuestas de valor específicas —desde alternativas en GPU a soluciones de software optimizado o infraestructura de nicho— pueden ganar cuota sin necesidad de un shock sistémico.
¿Señal de techo o recordatorio de prudencia?
La historia de Burry pesa en la interpretación. Muchos leen su movimiento como una “señal de techo” en el trade de la IA. Otros lo ven como lo que es: una opinión contraria bien articulada que conviene tener en cuenta para no caer en pensamiento de grupo. En cualquier caso, su tesis obliga a realizar el ejercicio que todo inversor responsable debería practicar en momentos de euforia: stress tests. ¿Qué pasa si los plazos de monetización se alargan 12 o 24 meses? ¿Qué supuestos de utilización real se están aplicando a los data centers acelerados? ¿Cuánta demanda depende de cuatro o cinco compradores con agendas propias? ¿Qué sensibilidad tienen los márgenes a un cambio de mix entre entrenamiento e inferencia?
Por el lado corporativo, el punto ciego suele ser la extrapolación lineal de pilotos exitosos a despliegues masivos. Por el lado del mercado, el riesgo es confundir narrativa con caja. El debate no es si la IA importa —importa—, sino qué precio justo merece cada tramo de la cadena en cada momento del ciclo.
La respuesta del “lado verde”
Desde el bando de NVIDIA, el discurso es consistente: no hay burbuja, hay transición tecnológica. Las cifras de demanda comprometida y las guías de los grandes compradores respaldarían, de momento, esa lectura. Además, la compañía ha reiterado que la oferta seguirá tensionada durante varios trimestres por las limitaciones en ciertas fases de fabricación y empaquetado, incluso con inversiones para ampliar capacidad. Mientras tanto, el software propietario y el ecosistema de herramientas añaden un foso competitivo que hace más difícil reducir todo a “chips” y precio por FLOP.
Pero toda tesis, por sólida que parezca, debe convivir con la disciplina de los resultados. En un mercado que ha premiado la perfección, cualquier matiz —un guidance más templado, un retraso en entregas, una rotación del gasto hacia capas menos rentables— puede desencadenar una revisión de múltiplos. Ese es el espacio donde una estrategia como la de Burry encuentra su oportunidad.
¿Y ahora qué?
La incógnita inmediata es doble. Primero, si las posiciones de Scion se mantienen en la misma dirección y tamaño; la práctica muestra que algunos gestores usan derivados para ajustar exposición con rapidez. Segundo, si el “consenso de la IA” —desde hiperescaladores hasta gobiernos— confirma con caja y contratos lo que la narrativa promete. En paralelo, habrá que vigilar el ánimo del regulador, la evolución de tipos y el propio ciclo de hardware: cada nueva generación obliga a reinvertir y revalidar retornos.
Sea cual sea el desenlace, el movimiento de Burry cumple una función útil: pinchar la burbuja de complacencia, si la hubiera. En el mejor de los casos, el sector seguirá demostrando utilidad y monetización, y el mercado reajustará expectativas sin drama. En el peor, una parte del exceso de inversión buscará salida por las rendijas típicas de toda burbuja: ventas forzadas, caída de múltiplos, fugas hacia activos percibidos como refugio. Nadie puede afirmar hoy, con honestidad, cuál de los dos caminos prevalecerá. Pero es sano —y profesional— contemplar ambos.
Preguntas frecuentes
¿Qué significa que Michael Burry compre “puts” sobre NVIDIA o Palantir?
Una opción de venta (put) es un contrato que gana valor si la acción subyacente cae por debajo de un precio (strike) antes de una fecha (vencimiento). No implica necesariamente vender en descubierto ni apostar por un derrumbe instantáneo. Puede ser una cobertura de riesgos, una posición direccional bajista o parte de una estrategia más compleja.
¿Hasta qué punto una 13F permite saber en qué está invertido un fondo como Scion?
Las 13F muestran posiciones largas a final de trimestre y, en el caso de derivados, el tipo de contrato y el tamaño nocional aproximado. No incluyen los strikes, las fechas exactas de vencimiento ni si esas opciones forman parte de spreads o coberturas. Tampoco garantizan que la posición siga abierta cuando se publica el informe, ya que se presenta con semanas de retraso.
Si estalla una “burbuja de la IA”, ¿qué sectores serían los más expuestos?
Los más sensibles serían los directamente vinculados al ciclo de inversión en centros de datos acelerados: fabricantes de chips y componentes (GPU, memorias HBM, interconexión), empaquetado avanzado, integradores y ciertos proveedores de software ligado a despliegues masivos. También podrían sufrir empresas cuya valoración descansa en expectativas de monetización aún no probadas. A la inversa, sectores defensivos (salud, consumo estable, energía integrada) tienden a amortiguar mejor la volatilidad.
¿Cómo podría afectar una corrección severa de NVIDIA a otros actores como AMD?
Una caída fuerte de NVIDIA por revisión de expectativas podría contagiar a comparables por compresión de múltiplos del sector. No obstante, los efectos no son uniformes: cada compañía tiene su hoja de ruta, partners, mix de productos y palancas de margen. En ciclos de normalización, algunos proveedores alternativos pueden incluso ganar cuota si los clientes diversifican para reducir dependencia.
Fuentes
- Barron’s: desglose de los puts de Scion Asset Management sobre NVIDIA y Palantir y peso en cartera. (Barron’s)
- Business Insider: cobertura de las posiciones bajistas de Burry y mención a las calls sobre Halliburton y Pfizer; reacción de Alex Karp. (markets.businessinsider.com)
- Yahoo Finance / WhaleWisdom / Fintel: confirmación del 13F con puts en NVDA y PLTR y calls en PFE y HAL. (Yahoo Finanzas Reino Unido)
- Bloomberg / MarketWatch / Reuters: declaraciones de Jensen Huang sobre “no hay burbuja de IA” y demanda sostenida; contexto de capex en la industria. (Bloomberg)
- Business Insider: repunte de capex de las big tech para infraestructura de IA en 2025–2026. (Business Insider)