Los consumidores se decantan por Qualcomm: el 90 % prefiere Snapdragon frente a Exynos en los futuros Galaxy S26

La próxima generación de gama alta de Samsung llega con una incómoda paradoja para el gigante surcoreano. Mientras la compañía intenta relanzar su apuesta por los procesadores propios con el nuevo Exynos 2600, las encuestas apuntan a una realidad contundente: la inmensa mayoría de los usuarios sigue confiando más en los chipsets Snapdragon de Qualcomm y estaría incluso dispuesta a pagar más por ellos.

Un estudio que incomoda a Samsung

Según una encuesta encargada por la propia Qualcomm y citada por medios surcoreanos, los consumidores son tres veces más proclives a comprar un smartphone equipado con un procesador Snapdragon frente a modelos que integran chips de otros fabricantes.

Los resultados detallan además que:

  • El 84 % de los encuestados considera a Qualcomm el líder del segmento de procesadores para smartphones.
  • Los usuarios estarían dispuestos a asumir una prima de precio media del 16 % siempre que el dispositivo lleve un SoC Snapdragon.

Aunque el tamaño exacto de la muestra no se ha hecho público y cualquier estudio promovido por una marca debe leerse con cautela, los datos refuerzan una tendencia que se percibe desde hace años: para buena parte del público, “Snapdragon” se ha convertido en sinónimo de calidad, rendimiento y estabilidad en Android.

El caso Galaxy: la brecha entre Snapdragon y Exynos

El problema para Samsung es que esta preferencia choca de frente con su estrategia de reducir la dependencia de terceros. Desde hace tiempo, la compañía intenta dar más protagonismo a Exynos, su propia línea de procesadores, tanto por motivos de costes como de soberanía tecnológica.

En el caso de la futura familia Galaxy S26, las filtraciones y análisis del sector apuntan a un reparto complicado:

  • Alrededor del 75 % de los modelos Galaxy S26 utilizarían el nuevo Snapdragon 8 Elite Gen 5, especialmente en mercados clave.
  • Los Galaxy S26 y S26+ de algunos países (como Corea del Sur y otros mercados asiáticos) montarían el Exynos 2600, pensado como la alternativa “de casa” para rebajar la factura de silicona.

Sin embargo, las encuestas de percepción no ayudan. Un sondeo global organizado por el medio especializado PhoneArena preguntó directamente a los usuarios qué chipset preferían para la gama Galaxy: el nuevo Snapdragon 8 de 5ª generación o el Exynos 2600. El resultado fue demoledor: más de 9 de cada 10 participantes eligieron Snapdragon.

Los argumentos que se repiten entre los usuarios son conocidos:

  • Mejor eficiencia energética (autonomía de batería).
  • Rendimiento más sólido en IA, conectividad y gráficos.
  • Mayor sensación de estabilidad general y menos problemas térmicos.

Esa brecha de confianza es precisamente lo que inquieta a la división MX de Samsung, responsable del negocio móvil. La compañía sabe que cualquier diferencia perceptible entre el modelo con Snapdragon y el modelo con Exynos puede traducirse en críticas, comparativas poco favorables y, en el peor de los casos, pérdida de ventas en determinados mercados.

Dos filosofías de diseño: “full custom” frente a “half custom”

El origen del problema no es solo de marketing. También tiene que ver con la forma en que cada empresa diseña sus chips.

Tanto Qualcomm como Samsung utilizan las bases tecnológicas de Arm, que ofrece un diseño estándar de referencia para procesadores móviles. Pero, a partir de ahí, las rutas divergen:

  • Qualcomm apuesta por una aproximación “full custom”:
    • Toma solo partes de las instrucciones y de la filosofía de bajo consumo de Arm.
    • Diseña sus propios núcleos y arquitectura para exprimir al máximo el rendimiento y la eficiencia en el ecosistema Android.
    • Su estrategia gira en torno a la computación heterogénea: CPU, GPU, NPU, memoria y otros bloques del chip trabajan de forma coordinada, repartiéndose las cargas de forma inteligente según el tipo de tarea (IA, juegos, conectividad, cámara, etc.).
  • Samsung, en cambio, ha oscilado entre intentos de diseño propio y el uso del diseño estándar de Arm, aplicando optimizaciones parciales:
    • Durante años trató de desarrollar núcleos completamente personalizados, al estilo de Qualcomm o Apple, pero proyectos anteriores se cancelaron.
    • Actualmente se apoya mucho más en el diseño “de catálogo” de Arm, al que añade modificaciones y mejoras, un enfoque conocido como “half custom”.
    • Aunque esto simplifica el desarrollo y reduce riesgos, también limita el margen para alcanzar el mismo nivel de optimización que sus rivales más avanzados.

En la práctica, esto significa que algunos chips Exynos han sido capaces de mostrar buenos resultados en benchmarks, pero luego no siempre han ofrecido la misma sensación de fluidez o eficiencia en el día a día que sus equivalentes Snapdragon. Y esa diferencia, real o percibida, pesa mucho en la memoria del usuario avanzado.

Snapdragon como “marca de confianza” en la era de la IA

La transición hacia móviles cada vez más caros, con más funciones de inteligencia artificial generativa y tareas intensivas en cómputo, ha convertido al procesador en un factor de compra central. Ya no se trata solo de que las apps se abran rápido, sino de:

  • Generar imágenes y vídeo con IA directamente en el dispositivo.
  • Resumir textos, transcribir audios y traducir llamadas en tiempo real.
  • Editar fotos y vídeos con herramientas avanzadas sin depender de la nube.

En este nuevo contexto, muchos consumidores perciben a Snapdragon como el “cerebro fiable” que garantiza una buena experiencia a largo plazo. Y eso tiene implicaciones importantes:

  • Para Qualcomm, refuerza su posición como proveedor casi obligado en la gama alta Android.
  • Para Samsung, supone un dilema entre ahorro de costes y satisfacción del usuario.

La compañía ya tuvo experiencias polémicas en el pasado cuando distribuyó el mismo modelo de Galaxy con Snapdragon en unos países y Exynos en otros, generando comparaciones desfavorables y la sensación de “trato desigual” entre regiones.

La apuesta (y el riesgo) de Exynos 2600

En este contexto, Exynos 2600 es visto internamente como una especie de examen de recuperación. Técnicamente, todo apunta a que será un salto importante respecto a generaciones previas de Exynos, con mejoras en eficiencia, potencia gráfica y capacidades de IA.

Pero la pregunta clave no es solo si el chip será “bueno”, sino si será lo suficientemente bueno para convencer a unos usuarios que ya han tomado partido por Snapdragon:

  • Si el Exynos 2600 se queda cerca de Snapdragon 8 Elite Gen 5 en rendimiento real, consumo y estabilidad, podría empezar a cambiar la narrativa.
  • Si las diferencias vuelven a ser demasiado visibles (sobre todo en autonomía, calor y rendimiento sostenido), el rechazo se amplificará, especialmente en mercados donde los modelos con Snapdragon se venden en paralelo a los modelos con Exynos.

Fuentes del sector citadas en la prensa coreana apuntan a que el propio equipo de Samsung MX estaría abierto a ajustar la mezcla de chipsets tras el lanzamiento, en función de la recepción del público. No sería la primera vez que el fabricante modifica su estrategia de SoCs por la presión de usuarios y operadores.

Un futuro marcado por la percepción, no solo por la potencia

La batalla por el corazón (y el bolsillo) del usuario Android de gama alta se libra tanto en laboratorios de diseño como en la mente del consumidor. Qualcomm ha logrado que Snapdragon sea algo más que un componente técnico: es una marca aspiracional, un sello de garantía asociado a rendimiento, juegos, cámara e IA.

Samsung, por su parte, intenta compaginar dos objetivos difíciles de reconciliar:

  1. Reforzar Exynos para reducir la dependencia externa y mejorar márgenes.
  2. Evitar la sensación de “segunda división” en los mercados donde monta su propio chip en lugar de Snapdragon.

Las encuestas que muestran que el 90 % de los usuarios se inclinaría por un terminal con Snapdragon y que aceptarían pagar hasta un 16 % más por ello son un serio aviso. Si el Exynos 2600 no está a la altura de las expectativas, el coste reputacional puede ser mucho mayor que el ahorro por dejar de comprar determinados volúmenes de chips a Qualcomm.

En última instancia, el éxito o fracaso de esta estrategia no se medirá solo en gigahercios o puntuaciones de benchmark, sino en algo mucho más simple: qué procesador elige el usuario cuando ve dos móviles similares en la estantería… y a cuál está dispuesto a confiar su próximo contrato de 3 años.

vía: Chosun

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