El consejero delegado de NVIDIA, Jensen Huang, ha revelado una historia poco conocida sobre los inicios de la revolución de la inteligencia artificial moderna: según su propio relato, Elon Musk no solo fue uno de los primeros en apostar por sus superordenadores de IA, sino que lo señala como el “fundador original” de OpenAI y, por extensión, de lo que más tarde daría lugar a ChatGPT.
Lejos de los grandes escenarios y las valoraciones billonarias, la escena transcurre en 2016, en un contexto en el que la idea de invertir miles de millones en hardware para entrenar modelos de IA todavía sonaba arriesgada incluso para muchos gigantes tecnológicos.
Una máquina carísima… sin clientes
Huang recuerda que acababa de anunciar un nuevo sistema de cómputo diseñado específicamente para inteligencia artificial: un superordenador con un coste aproximado de 300.000 dólares por unidad, fruto de una inversión de varios miles de millones.
La apuesta, sin embargo, no tuvo un arranque triunfal.
Nadie quería comprarlo. No había pedidos. Ni una sola orden de compra.
En ese clima de incertidumbre, durante un evento en el que se debatía sobre el futuro de los coches autónomos, Elon Musk se le acercó y pronunció la frase que cambiaría el rumbo de ese proyecto:
“Tengo una empresa que realmente podría usar esto”.
Para Huang, aquello significaba por fin un primer cliente dispuesto a apostar por una arquitectura pensada para el entrenamiento de modelos de IA a gran escala. Pero el entusiasmo duró poco.
“Es una organización sin ánimo de lucro”
En su relato, el CEO de NVIDIA cuenta cómo, tras ese primer comentario ilusionante, llegó el matiz que le hizo palidecer:
Musk explicó que la empresa a la que se refería era una organización sin ánimo de lucro dedicada a la inteligencia artificial y que necesitaban uno de esos superordenadores.
Huang admite que en ese momento “toda la sangre se le fue del rostro”. Tras gastar una cifra astronómica en desarrollar esa máquina, la probabilidad de que una entidad sin fines de lucro pudiera asumir ese coste parecía mínima.
Aun así, decidió seguir adelante y aceptar el desafío.
Un superordenador rumbo a una pequeña oficina en San Francisco
Según el propio Huang, NVIDIA construyó el primer sistema para uso interno y el segundo lo preparó para Musk y su equipo. El gesto fue casi artesanal: metió el superordenador en una caja, lo cargó en un coche y condujo hasta San Francisco para entregarlo personalmente.
Al llegar, subió a la segunda planta de un edificio donde, según describe, todo el equipo estaba trabajando “apiñado en una habitación más pequeña” de lo que uno imaginaría para una apuesta tan ambiciosa. Ese lugar resultó ser la sede inicial de OpenAI.
Es en ese contexto donde Huang afirma que Elon Musk fue el “fundador original de OpenAI y ChatGPT”, subrayando su papel como impulsor de la organización y como primer gran cliente dispuesto a invertir en el hardware necesario para entrenar modelos avanzados de lenguaje cuando casi nadie veía claro el potencial de esa tecnología.
Cuando la infraestructura todavía era una apuesta, no una certeza
Hoy, el relato resulta casi contraintuitivo: NVIDIA se ha convertido en el gran suministrador de GPUs para centros de datos y proyectos de IA, y el cómputo acelerado es uno de los pilares de la economía tecnológica actual. Sin embargo, en 2016 el panorama era muy distinto:
- El mercado de superordenadores para IA estaba lejos de estar consolidado.
- Muchos actores veían el entrenamiento de modelos gigantes como un experimento caro.
- No existía aún el fenómeno social y empresarial asociado a herramientas como ChatGPT.
En ese contexto, la decisión de Musk de apostar por ese hardware fue tanto una jugada visionaria como un voto de confianza clave para validar la estrategia de NVIDIA.
OpenAI, Musk y la narrativa de los orígenes
OpenAI se ha presentado públicamente como una organización cofundada por varias figuras, entre ellas Elon Musk, aunque con el tiempo las trayectorias de la empresa y del empresario se han separado y no han faltado tensiones públicas sobre su evolución.
Lo que aporta ahora Jensen Huang a la narrativa es una capa adicional: la de la infraestructura y el riesgo inicial. Su relato recuerda que, antes de que la inteligencia artificial generativa se convirtiera en tema central de gobiernos y mercados, hubo que convencer a alguien para que confiara en un hardware caro, en una arquitectura nueva y en una organización sin ánimo de lucro que soñaba con entrenar modelos de lenguaje a escala masiva.
Una foto distinta en un mercado hipercompetitivo
Las declaraciones de Huang llegan en un momento en el que el mercado de la IA está más fragmentado y competido que nunca:
- NVIDIA es una pieza estratégica de la infraestructura global de IA.
- Elon Musk impulsa su propia compañía de modelos, xAI, en competencia directa con otros actores.
- OpenAI se ha convertido en uno de los nombres centrales del sector, con un fuerte enfoque comercial.
En ese contexto, la historia de “ese primer superordenador en el maletero” funciona como recordatorio de que muchos de los proyectos que hoy mueven miles de millones nacieron de decisiones personales, de relaciones de confianza y de apuestas que parecían casi irracionales.
Más allá de las cifras y de los conflictos actuales, el mensaje de fondo es claro: la revolución de la IA no se entiende solo en términos de algoritmos, sino también como una historia de hardware, riesgo y visionarios dispuestos a comprar una máquina carísima cuando nadie más quería hacerlo.
El CEO de NVIDIA, Jensen Huang, declaró que Elon Musk estuvo ahí para él como cliente en un momento en el que nadie más lo estaba.
— Ben Pierron (@Ben_escrito) December 10, 2025
Y afirma que ELON MUSK es el fundador original de OPEN AI y CHATGPT.
“Cuando anuncié este proyecto, nadie en el mundo lo quería. No tenía ni una… pic.twitter.com/qxn87H5u6P