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La fiebre de los centros de datos en EE. UU. levanta temores de una nueva crisis financiera al estilo de 2008

Impulsada por la inteligencia artificial, la oleada de inversión en centros de datos recuerda peligrosamente a las burbujas de las telecomunicaciones en los 90 o del ferrocarril en el siglo XIX. El auge del crédito privado y la exposición bancaria alimentan los temores.

En medio del entusiasmo global por la inteligencia artificial, una nueva burbuja podría estar gestándose silenciosamente. En Estados Unidos, la construcción masiva de centros de datos está generando una preocupación creciente entre analistas económicos: el temor de que esta expansión, financiada cada vez más por deuda y crédito privado, termine desencadenando una crisis financiera comparable a la de 2008.

Según cifras publicadas por The Wall Street Journal, los siete gigantes tecnológicos de la bolsa estadounidense —con Meta, Google, Microsoft y Amazon a la cabeza— gastaron 1.025 mil millones de dólares en capital durante el último trimestre, principalmente en infraestructura relacionada con IA. En el caso de Microsoft y Meta, estas inversiones ya suponen más de un tercio de sus ingresos totales.

Neil Dutta, jefe de investigación macroeconómica de Renaissance Macro Research, afirma que en los últimos dos trimestres, el gasto en capital vinculado a la IA ha contribuido más al crecimiento del PIB estadounidense que el propio consumo privado.

¿Una nueva burbuja de infraestructura?

Históricamente, las inversiones masivas en infraestructura tecnológica han tenido desenlaces mixtos. En 1873 fue el ferrocarril. En los años 90, la fibra óptica. Ambos ciclos acabaron en colapsos financieros, tras años de exceso de oferta y demanda real inferior a la proyectada. Aunque a largo plazo estas infraestructuras fueron útiles para la sociedad, los inversores atrapados en los picos de sobreinversión nunca recuperaron lo perdido.

La diferencia en esta ocasión es el modo de financiación. Mientras que la burbuja punto com del 2000 se sustentó en gran parte en capital accionario, la actual fiebre de los centros de datos está cada vez más apalancada mediante deuda, especialmente a través del mercado de crédito privado, también conocido como «banca en la sombra».

El auge del crédito privado: una bomba opaca

A medida que el gasto de capital supera la capacidad de generación de caja, las grandes tecnológicas están recurriendo a nuevas fuentes de financiación. Según The Economist, empresas como Meta están negociando préstamos por hasta 30.000 millones de dólares con gigantes del crédito privado como Apollo o Carlyle.

Este tipo de financiación no regulada, aunque rentable en tiempos de crecimiento, puede convertirse en una fuente de riesgos sistémicos si los activos no rinden como se esperaba. El problema se agrava porque estos fondos de crédito también se financian con préstamos bancarios, estableciendo un vínculo indirecto entre el sector bancario tradicional y el nuevo boom tecnológico.

Según un informe reciente de la Reserva Federal, el porcentaje de préstamos de bancos estadounidenses a empresas de crédito privado ha pasado de 1 % en 2013 a 14 % en 2023. Si el sector de centros de datos sufre una caída abrupta, la exposición bancaria podría convertirse en una “bomba de cola”.

El papel de las aseguradoras: el nuevo AIG

No solo los bancos están involucrados. Las compañías aseguradoras, especialmente las de vida, han incrementado notablemente su exposición a bonos de empresas por debajo del grado de inversión. Según un estudio del Banco de la Reserva Federal de Filadelfia, estas posiciones superan ya en valor al total de hipotecas subprime que las aseguradoras tenían en 2007, justo antes del estallido de la crisis.

El paralelismo con AIG —el gigante asegurador rescatado durante la crisis financiera de 2008— es inevitable. Las autoridades monetarias observan con creciente inquietud cómo el crédito privado está trasladando riesgos de forma opaca a todo el sistema financiero.

El “banco en la sombra” detrás de la IA

Paul Kedrosky, inversor y analista especializado en tecnología, ha descrito al mercado de crédito privado como el «puente peligroso» entre la fiebre de los centros de datos y el sistema financiero convencional. Según Kedrosky, el auge de la IA ya ha superado —en términos de inversión relativa al PIB— los picos de gasto en telecomunicaciones de finales de los años 90. Y lo más preocupante: aún no muestra signos de desaceleración.

La comparación con las anteriores burbujas es cada vez más frecuente. Pero, como advirtieron los académicos Jorda, Schularick y Taylor en un influyente estudio de 2015, una burbuja solo se convierte en crisis cuando se combina con un fuerte crecimiento del crédito bancario. Esa combinación explosiva está tomando forma nuevamente.

¿Qué puede desencadenar el colapso?

Todo gira en torno a una pregunta crítica: ¿de dónde viene realmente el dinero para esta expansión? Y si se detiene ese flujo, ¿quién se queda con los activos? La lógica financiera actual —“mientras la música suene, hay que seguir bailando”— recuerda demasiado al clima previo a 2008.

El CEO de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, ha advertido públicamente que el crédito privado podría ser el epicentro de la próxima gran crisis financiera, incluso mientras su propia entidad amplía actividades en ese sector.

En definitiva, mientras las grandes tecnológicas construyen centros de datos a un ritmo sin precedentes y la inteligencia artificial promete cambiarlo todo, una parte del sistema financiero se está apalancando peligrosamente en esta promesa de futuro. Si el mercado se recalienta y se pincha, el coste no lo pagarán solo los inversores de Silicon Valley, sino el sistema financiero global.

Como siempre, el problema no es que se construya demasiado, sino cómo se financia ese exceso. Y en 2025, la respuesta está cada vez más lejos del radar público.

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