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Europa despierta ante el riesgo MITRE: la prórroga in extremis del programa CVE de EE.UU. reabre el debate sobre soberanía en ciberseguridad

La madrugada del 17 de abril trajo un alivio temporal a la comunidad internacional de ciberseguridad: la agencia CISA (Cybersecurity and Infrastructure Security Agency) ejecutó, literalmente a última hora, la prórroga del contrato con MITRE para garantizar la continuidad del programa Common Vulnerabilities and Exposures (CVE), uno de los pilares globales en la gestión de vulnerabilidades.

La situación, sin embargo, ha hecho sonar todas las alarmas. La posibilidad real de que el CVE se interrumpiera por falta de financiación ha evidenciado una debilidad estructural: el mundo entero depende de un estándar mantenido bajo contrato exclusivo con una entidad estadounidense. Un recurso utilizado por gobiernos, empresas tecnológicas, CERTs y sistemas de seguridad en todo el planeta, cuya continuidad estuvo en riesgo por una simple decisión política interna.

MITRE, CVE y el aviso de una desconexión global

El aviso llegó primero desde MITRE: si no se renovaba el contrato con el Gobierno de EE.UU., el catálogo CVE dejaría de funcionar el 17 de abril. Las reacciones fueron inmediatas, tanto en redes como entre miembros del CVE Board, que anunciaron el nacimiento de una alternativa independiente: la CVE Foundation, con la intención de dar continuidad al estándar desde una entidad neutral.

Desde CISA, un portavoz explicó que “el contrato fue prorrogado anoche” y que la agencia “valora el impacto del programa CVE en la comunidad global de ciberseguridad”. La extensión firmada garantiza 11 meses más de operatividad. Pero la tensión y el precedente ya están ahí.

Europa, en el centro del debate por la soberanía digital

El episodio ha avivado un viejo debate: ¿puede Europa permitirse seguir dependiendo de EE.UU. en cuestiones tan críticas como la seguridad digital?

A pesar de que Estados Unidos es aliado estratégico en la OTAN y líder tecnológico global, la ciberseguridad se ha convertido en un ámbito de autonomía crítica para la Unión Europea, al mismo nivel que la energía o la defensa.

Profesionales del sector han recordado que una interrupción en el acceso al CVE afectaría directamente a soluciones de gestión de vulnerabilidades, escáneres, SIEMs, SOCs, y procesos de ciberinteligencia, tanto en el sector público como privado.

En palabras de un analista en ciberdefensa: “Necesitamos una infraestructura europea para la clasificación de vulnerabilidades. No porque EE.UU. sea un adversario, sino porque incluso sus aliados cambian de gobierno y de prioridades”.

La sombra del ajuste en CISA y el recorte de presupuestos

La polémica coincide con una reestructuración interna en CISA, impulsada por la nueva administración de la secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem. Algunos contratos han sido cancelados, y se baraja una reducción de personal y presupuesto en áreas clave.

El trasfondo político tampoco ayuda: durante los últimos años, sectores conservadores han acusado a CISA de “censura” en sus esfuerzos por frenar desinformación durante procesos electorales. Estas tensiones han derivado en una desconfianza institucional que amenaza con limitar aún más el alcance de la agencia.

¿Y ahora qué?

La comunidad técnica mundial ha mostrado su preocupación. Aunque MITRE asegura que mantiene su compromiso con el CVE y con el CWE (Common Weakness Enumeration), el episodio ha demostrado que un recurso tan crítico no puede estar atado a una única jurisdicción nacional.

Europa, que ha impulsado su propia legislación como el Reglamento de Ciberresiliencia (CRA) y estructuras como ENISA o el CSIRTs Network, podría tomar la iniciativa y promover un sistema federado de gestión de vulnerabilidades, interoperable pero soberano.

No se trata de duplicar el trabajo, sino de garantizar que, si una decisión política en Washington puede paralizar el CVE, Europa tenga un plan B —y esté en sus manos.

Conclusión

La ciberseguridad ya no es solo una cuestión técnica: es geopolítica. El episodio MITRE-CVE ha servido como recordatorio de que incluso los estándares más consolidados pueden ser frágiles cuando dependen de la voluntad de un único actor.

La soberanía digital europea debe dejar de ser una aspiración y convertirse en una estrategia concreta. Porque la próxima vez que un contrato no se renueve a tiempo, el daño puede ser inmediato y global.


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🔗 Noticia completa en NextGov y Noticias de seguridad

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