El miedo no siempre llega primero a la bolsa. A veces aparece antes en un mercado que muchos inversores minoristas apenas miran: el de los credit default swaps (CDS), una suerte de “seguro” contra el impago de la deuda. Esta semana, el precio de ese seguro para Oracle se disparó tras la publicación de resultados y el aumento de su gasto en centros de datos vinculados a la Inteligencia Artificial, un movimiento que ha reavivado una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto el gran despliegue de infraestructura para la era de la IA está apoyado en ingresos futuros que aún no existen?
La señal que encendió las alarmas fue clara. Los CDS a cinco años de Oracle llegaron a moverse en el entorno de 139 puntos básicos (y en algunos momentos por encima), niveles que distintos analistas han descrito como máximos de varios años. En paralelo, el mercado castigó la acción y miró con lupa la factura del plan: Oracle elevó el capex (inversión) hasta unos 50.000 millones de dólares para el ejercicio fiscal, en gran parte por el empuje de la infraestructura de IA, y el propio despliegue ha presionado su flujo de caja libre, con cifras negativas relevantes en los últimos trimestres.
Un contrato gigantesco que vuelve todo más sensible
La historia se entiende mejor al poner el foco en la pieza más comentada: el acuerdo por el que OpenAI compraría a Oracle una enorme capacidad de computación y centros de datos durante aproximadamente cinco años, un contrato que algunos medios sitúan hasta en 300.000 millones de dólares. Si se ejecutara por completo esa cifra, el orden de magnitud equivaldría —en promedio— a 60.000 millones al año, una carga que explica por qué el mercado del crédito se ha vuelto tan sensible a cualquier señal de retrasos, sobrecostes o menor demanda.
La misma aritmética pone el listón muy alto para OpenAI: Reuters informó de que la compañía estaría en torno a 13.000 millones de dólares de ingresos anualizados en 2025, lo que da una idea de la velocidad de crecimiento necesaria para absorber compromisos de esta escala sin que la cuenta de resultados se convierta en un agujero permanente.
“Stargate” y la carrera por los gigavatios
El contexto es todavía más ambicioso si se mira el tablero completo. OpenAI ha presentado Stargate como un esfuerzo para multiplicar la capacidad de computación que requiere la IA, con socios industriales y un discurso de “fábricas de IA” que apunta a despliegues masivos de energía y refrigeración. En ese marco, OpenAI ha detallado ampliaciones de capacidad con Oracle (incluyendo varios gigavatios adicionales) y SoftBank ha comunicado planes de inversión de enorme escala para infraestructura relacionada.
En la práctica, esto traduce la conversación de la IA a un idioma más terrenal: suelo, permisos, subestaciones eléctricas, redes, agua, refrigeración y un calendario de construcción donde un retraso de meses puede cambiarlo todo. Para los mercados, no se trata solo de “si la IA es el futuro”, sino de si los centros de datos se entregan a tiempo y se llenan con clientes pagando tarifas suficientes como para justificar inversiones que, por tamaño, recuerdan más a infraestructuras nacionales que a un ciclo tecnológico habitual.
La “serpiente que se muerde la cola”: cuando el capital se recicla
En redes y análisis financieros ha ganado tracción una metáfora: el ouroboros, la serpiente que se devora a sí misma. La idea detrás es que parte del dinero que financia el crecimiento del ecosistema vuelve a circular por los mismos actores: grandes inversores que respaldan a empresas de IA; empresas de IA que compran chips y capacidad cloud; proveedores que, a su vez, reinvierten para ampliar infraestructura. Reuters, de hecho, ha descrito cómo OpenAI puede convertir a algunos de sus respaldos en compradores en esta nueva economía de la computación.
Esto no implica automáticamente que haya una burbuja ni un fraude, pero sí aumenta un riesgo que el crédito suele detectar antes que la narrativa: la correlación. Si la demanda se enfría, el ajuste puede golpear a la vez inversión, capex, márgenes y financiación, porque muchos engranajes dependen de que el crecimiento ocurra “ya”, no dentro de una década.
El talón de Aquiles: adopción real y retorno medible
La gran incógnita, en el fondo, no es tecnológica: es comercial. Y aquí los datos no siempre acompañan al entusiasmo. Un trabajo citado por medios como Fortune y Axios señalaba que la mayoría de organizaciones aún no ve retorno medible de la IA generativa, con porcentajes muy elevados de “cero ROI” en despliegues iniciales; y McKinsey ha descrito que una parte amplia de compañías no detecta todavía impacto directo en la cuenta de resultados.
Esto no significa que la IA no vaya a transformar sectores enteros. Significa que el ritmo importa. Si la adopción empresarial sigue curvas más parecidas a las del cloud (años de maduración) que a las de un “boom” inmediato, el desajuste entre inversiones descomunales y monetización puede estresar balances, especialmente en quienes hayan apostado más fuerte con deuda o compromisos rígidos.
Sin “red” pública: el mercado pone el veredicto
Un elemento adicional alimenta el nerviosismo: la expectativa de un rescate público. Algunos analistas la descartan de plano. En EE. UU., figuras de la propia Casa Blanca han insistido en que no habrá un “bailout” para apuestas privadas de IA, un mensaje que, de ser coherente a futuro, deja a empresas e inversores ante un escenario clásico: si las cuentas no salen, tocará recortar, refinanciar o reestructurar.
Qué mirar a partir de ahora
En este punto, el debate se divide entre quienes ven en Oracle un actor capaz de atravesar el valle de inversión con su negocio histórico como colchón, y quienes creen que el tamaño del “salto” en centros de datos eleva demasiado el riesgo financiero. En el corto plazo, hay cinco señales que el mercado vigilará con lupa:
- Evolución del flujo de caja libre y del capex trimestre a trimestre.
- Calendario real de entrega de centros de datos (y posibles retrasos).
- Capacidad contratada vs. capacidad construida (ocupación efectiva).
- Rondas de financiación e ingresos de OpenAI (ritmo y calidad del crecimiento).
- Tensión en el crédito (CDS, spreads de bonos y rating).
Por ahora, el “canario” no certifica un colapso. Pero sí recuerda algo que suele olvidarse en cada fiebre tecnológica: cuando la infraestructura cuesta cientos de miles de millones, la magia termina chocando con la contabilidad.
Preguntas frecuentes
¿Qué significa que suban los CDS de Oracle y por qué importa en una apuesta de centros de datos de IA?
Los CDS más caros indican que el mercado percibe mayor riesgo de crédito. En inversiones intensivas en capex (como centros de datos para IA), esto puede encarecer la financiación y presionar el balance.
¿En qué consiste el acuerdo de hasta 300.000 millones entre Oracle y OpenAI y qué implica a nivel anual?
Se trata de un compromiso de compra de capacidad de computación y centros de datos a varios años. Si se ejecutara íntegramente, el promedio rondaría 60.000 millones anuales, aunque la cadencia real depende de entregas y hitos.
¿Por qué la infraestructura de IA se mide en gigavatios y no solo en “más servidores”?
Porque el cuello de botella ya no es solo el hardware: es la energía disponible, la conexión a red, la refrigeración y la logística de construir instalaciones a gran escala.
¿Cómo puede una empresa medir el ROI de la IA generativa sin caer en gastos difíciles de justificar?
Definiendo casos de uso con métricas claras (tiempo ahorrado, reducción de incidencias, aumento de conversión), pilotos con datos y control de costes por usuario/proceso, y escalando solo lo que demuestre impacto real.
vía: Shanaka Anslem Perera y Twitter X