En un escenario global marcado por la urgencia climática, la huella de carbono se ha convertido en un indicador esencial para medir el impacto ambiental de las organizaciones. Este concepto, que representa la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos directa o indirectamente por una entidad, es cada vez más utilizado por empresas, administraciones públicas y otros actores comprometidos con la sostenibilidad.
¿Qué es la huella de carbono?
La huella de carbono mide las emisiones de GEI, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) o el óxido nitroso (N2O), generadas por una organización a través de sus actividades. Estas emisiones pueden ser directas, como el uso de combustibles fósiles en calefacción o transporte, o indirectas, como el consumo de electricidad o los servicios subcontratados.
¿Cómo se calcula?
El cálculo de la huella de carbono se basa en una fórmula sencilla: Huella de Carbono = Dato de Actividad x Factor de Emisión. El dato de actividad es un parámetro que define el nivel de actividad generadora de emisiones, como el consumo de gas natural en calefacción medido en kWh. Por su parte, el factor de emisión es la cantidad de GEI emitidos por cada unidad de dicho parámetro. Por ejemplo, en 2022, el factor de emisión del gas natural era de 0,182 kg CO2 equivalente por kWh.
Para garantizar la precisión del cálculo, existen metodologías internacionalmente reconocidas, como la norma UNE-ISO 14064 o el GHG Protocol. Estas permiten estandarizar el proceso y asegurar que los datos sean comparables y verificables.
Pasos para calcular la huella de carbono
- Definir el año de cálculo y los límites organizativos: Es fundamental establecer qué áreas y operaciones se incluirán en el estudio.
- Recopilar datos de actividad: Información sobre el consumo de combustibles fósiles, electricidad y otras fuentes de emisiones directas e indirectas.
- Utilizar factores de emisión: El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) facilita estos datos en su página web, junto con calculadoras que simplifican el proceso.
- Reflexionar y actuar: Una vez obtenidos los resultados, es clave identificar las áreas con mayor impacto y diseñar un plan de reducción de emisiones con medidas concretas y un cronograma definido.
Más allá del cálculo: el compromiso de las organizaciones
El MITECO es un ejemplo de compromiso institucional en este ámbito. Desde 2010, calcula anualmente su huella de carbono en los alcances 1, 2 y 3, abarcando no solo sus emisiones directas e indirectas, sino también otras derivadas de actividades como viajes de trabajo o servicios subcontratados.
Además, España cuenta desde 2014 con el Registro de Huella de Carbono, Compensación y Proyectos de Absorción de Dióxido de Carbono, creado para fomentar el cálculo y la reducción de emisiones entre las organizaciones españolas. Este registro también promueve proyectos que mejoren la capacidad de absorción de CO2, contribuyendo a la neutralidad climática.
La importancia de la transparencia y la certificación
Certificar la huella de carbono a través de un tercero independiente no solo valida los cálculos, sino que también refuerza la credibilidad de la organización ante sus stakeholders. Además, este proceso puede ayudar a identificar errores y mejorar la precisión de los datos.
En definitiva, el cálculo de la huella de carbono es un paso imprescindible para cualquier organización que aspire a reducir su impacto ambiental y contribuir a la lucha contra el cambio climático. En un contexto de creciente conciencia ecológica, medir, reducir y compensar las emisiones se ha convertido en una responsabilidad ineludible.
Fuentes: Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), Registro de Huella de Carbono, normas UNE-ISO 14064 y GHG Protocol.