En solo medio siglo, la humanidad ha pasado de procesadores capaces de realizar decenas de miles de instrucciones por segundo a chips que ejecutan billones. Una evolución vertiginosa, comparable a una revolución tecnológica silenciosa, que ha transformado el mundo desde los humildes comienzos del Intel 4004 hasta los colosos modernos como el NVIDIA Blackwell, núcleo de la actual era de la inteligencia artificial.
El nacimiento de una era: Intel 4004
Corría el año 1971 cuando Intel, en colaboración con la japonesa Busicom, lanzó el primer microprocesador comercial del mundo: el Intel 4004. Este chip de 4 bits, con una frecuencia de reloj de apenas 740 kHz y una capacidad de ejecución de 92.600 instrucciones por segundo (IPS), tenía como destino inicial una calculadora de sobremesa.
Con tan solo 4 KB de memoria ROM y 640 bytes de RAM, parecía poca cosa incluso para los estándares de la década de los 80. Pero el 4004 marcó un antes y un después: abría la puerta a una informática programable, versátil y en miniatura. Así comenzaba la carrera imparable por aumentar la potencia de cálculo.
Moore tenía razón
El famoso postulado de Gordon Moore, cofundador de Intel, afirmaba que el número de transistores en un chip se duplicaría cada dos años. Aunque hoy se matiza su vigencia, ha servido como brújula durante décadas. Gracias a esa tendencia, combinada con innovaciones en arquitectura, sistemas paralelos, multinúcleo y procesamiento gráfico, hemos visto un salto exponencial que nos ha llevado a multiplicar por 217 millones la capacidad computacional desde el 4004.
Del silicio dorado al silicio verde: el salto a Blackwell
NVIDIA, líder indiscutible en hardware para inteligencia artificial, ha llevado este avance a una nueva dimensión con su arquitectura Blackwell. Estos chips están diseñados para ejecutar cargas masivas de aprendizaje profundo, simulaciones físicas complejas y tareas generativas de IA a una escala jamás vista.
Aunque la cifra exacta de instrucciones por segundo varía según configuración, Blackwell supera fácilmente los 20 petaFLOPS (20.000 billones de operaciones por segundo) en aplicaciones de IA en FP8. Comparado con los 92.600 IPS del Intel 4004, el salto no solo es abrumador, sino revelador: no se trata solo de velocidad, sino de propósito. Mientras el 4004 era un procesador secuencial, Blackwell es una arquitectura pensada para la computación paralela extrema, optimizada para redes neuronales profundas y eficiencia energética.
50 years of human ingenuity. Amazing progress.
— Pushkar Ranade (@magicsilicon) July 27, 2025
The power of exponential growth! pic.twitter.com/3oGikx31UB
Un mundo gobernado por la computación
La evolución no solo ha sido técnica. La informática pasó de ser una disciplina de nicho para científicos y militares, a un pilar omnipresente en la vida moderna: desde los smartphones hasta los modelos de lenguaje, los coches autónomos o la biotecnología.
Como recordaba Jensen Huang, CEO de NVIDIA, durante la presentación de Blackwell: “Estamos ante la nueva revolución industrial, y su motor es la inteligencia artificial”. En esta revolución, los chips no son herramientas de cálculo, sino los cimientos de todo un ecosistema económico, científico y social.
Lo que nos espera
En términos históricos, 50 años no son nada. Y sin embargo, la distancia tecnológica entre 1971 y 2025 parece mayor que entre la Edad de Bronce y la Revolución Industrial. Si el ritmo actual continúa, es probable que los próximos procesadores cuánticos o neuromórficos hagan que incluso Blackwell parezca rudimentario.
La historia de la computación es, en el fondo, una historia humana: de visión, ingenio y ambición. Y si en 1971 se necesitaba una habitación entera para lo que hoy cabe en un chip del tamaño de una uña, ¿hasta dónde llegaremos en los próximos 50 años? La respuesta quizás no esté en el silicio, sino en la inteligencia que estamos aprendiendo a construir.
vía: wccftech