La expansión masiva del sector de semiconductores en China podría situar al país como el principal fabricante global antes del final de la década. Pero detrás del auge industrial, persisten tensiones geopolíticas y desafíos tecnológicos.
China está acelerando su carrera por el dominio tecnológico. Según un informe reciente de Yole Group, el gigante asiático alcanzará el 30% de la capacidad global de fundición de semiconductores en 2030, frente al 21% que ostentaba en 2024. De cumplirse las previsiones, superará por primera vez a Taiwán, actual líder con un 23% de cuota de mercado.
El crecimiento de la industria china no es accidental. Responde a una estrategia de Estado que ha movilizado cientos de miles de millones de euros en inversiones públicas y privadas. Solo en 2024, China procesó 8,85 millones de obleas al mes, y se prevé que en 2025 esa cifra aumente hasta los 10,1 millones. Esto ha sido posible en parte gracias a la construcción de 18 nuevas fábricas (fabs), como la de Huahong Semiconductor en Wuxi, que comenzó producción en volumen a principios de 2025.
Ventaja en nodos maduros, pero sin acceso a la vanguardia
A pesar del auge, China sigue enfrentando importantes limitaciones. Las restricciones impuestas por Estados Unidos le impiden acceder a herramientas críticas como los equipos de litografía EUV de ASML (Países Bajos) o los softwares de automatización de diseño electrónico (EDA) más avanzados. Esto le impide competir de tú a tú en los nodos más punteros, como los de 3 nm o inferiores.
Como respuesta, Pekín ha redoblado sus esfuerzos por desarrollar herramientas y tecnologías propias, lo que podría permitirle en el futuro cerrar la brecha con potencias como Corea del Sur o Taiwán. Mientras tanto, se está consolidando como el líder mundial en producción de chips de nodos maduros, especialmente demandados en sectores como la automoción o los electrodomésticos.
Estados Unidos: demanda sin producción
El caso estadounidense es el reverso del chino. Aunque representa el 57% de la demanda mundial de chips, su capacidad de producción apenas alcanza el 10%. Esto obliga a empresas como Apple, Nvidia o Qualcomm a importar la mayoría de sus semiconductores desde Asia, principalmente de Taiwán, Corea del Sur y Japón. Iniciativas como la CHIPS Act buscan revertir esta dependencia, pero aún están lejos de tener impacto tangible.
Europa y Japón, en cambio, presentan una situación más equilibrada, con producción nacional capaz de cubrir parte importante de la demanda interna.
Riesgos geopolíticos: el papel de Taiwán y la sombra de un conflicto
El avance chino plantea un escenario de riesgo geoestratégico sin precedentes. Muchos analistas temen que, si China alcanza la autosuficiencia en nodos críticos o desarrolla capacidades «suficientemente buenas», pueda intentar una acción agresiva sobre Taiwán, sede de TSMC, el mayor fabricante de chips avanzados del mundo.
En ese contexto, el término “capturar” una tercera parte del mercado no solo tiene una connotación industrial. Algunos analistas advierten que Pekín podría intentar controlar o inutilizar la infraestructura de TSMC para frenar el acceso del resto del mundo a los chips más avanzados. De ahí los planes de diversificación de TSMC en Estados Unidos y Japón, aunque con limitaciones de escala y eficiencia.
“La mera posesión de una fábrica de chips no garantiza su funcionamiento. Se necesita una cadena global de proveedores —como ASML en Europa o los químicos japoneses— que es extremadamente difícil de replicar”, señala un experto citado en foros tecnológicos.
Hacia una nueva era de bloques tecnológicos
La estrategia china parece apuntar a controlar toda la cadena de valor del chip, desde el diseño hasta la fabricación de maquinaria, con el fin de esquivar sanciones y depender únicamente de capacidades nacionales. Si tiene éxito, no solo ganará independencia, sino que podrá competir directamente en precio con los grandes fabricantes actuales, socavando su posición en el mercado.
Mientras tanto, países como India y Vietnam intentan posicionarse como alternativas de bajo coste, mientras Estados Unidos y Europa aumentan sus subsidios para atraer inversión industrial y evitar una nueva dependencia.
Conclusión
China está transformando su posición en el mapa tecnológico global a una velocidad vertiginosa. Aunque el dominio en los nodos más avanzados sigue en disputa, su liderazgo en volumen y capacidad de producción es innegable. La pregunta ahora no es si China dominará el mercado de chips, sino cuándo lo hará y qué consecuencias tendrá para el equilibrio tecnológico, económico y geopolítico mundial.
vía: techpowerup