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China se enfrenta a su propia burbuja de la IA: centros de datos vacíos, hardware sin uso y errores estratégicos

Pekín apostó por liderar la revolución de la inteligencia artificial, pero la sobreinversión en centros de datos y chips ha desembocado en un callejón sin salida

Lo que empezó como una carrera desenfrenada hacia el futuro tecnológico podría haberse convertido en un nuevo episodio de burbuja económica. China, tras el auge global de la inteligencia artificial (IA) impulsado por modelos como ChatGPT o Claude, destinó miles de millones a levantar centros de datos a lo largo y ancho del país. Hoy, muchos de esos edificios están vacíos, equipados con servidores de última generación que acumulan polvo. Se habla ya de la “burbuja de la IA” en el gigante asiático.

Tras años de crecimiento desmedido del sector inmobiliario, muchos gobiernos locales vieron en la IA una vía de reactivación económica. La construcción de centros de datos fue el nuevo motor, alimentado por fondos públicos, préstamos ventajosos y expectativas infladas. El fenómeno se extendió incluso a regiones apartadas, lejos de los principales hubs tecnológicos, donde la disponibilidad de electricidad barata y terrenos libres parecía justificar cualquier inversión.

“El entusiasmo por la IA fue una inyección de adrenalina”, afirmaba un ejecutivo del sector. “Se pasó de construir viviendas a levantar centros de datos sin tener claro para qué se iban a usar”.

De entrenar modelos a inferirlos: la realidad del mercado

En los últimos meses, el sector ha cambiado radicalmente de rumbo. Mientras los centros de datos fueron concebidos para entrenar modelos de lenguaje de gran escala —una tarea intensiva en recursos—, la industria ha virado hacia la inferencia: ejecutar modelos ya entrenados de forma eficiente, rápida y con baja latencia. Este giro ha dejado fuera de juego a buena parte de la infraestructura montada en ubicaciones alejadas de los usuarios y de las redes de telecomunicaciones.

Chips como las NVIDIA H100, que llegaron a costar más de 28.000 dólares en el mercado negro, ahora se alquilan por una fracción de ese precio… y aun así, no hay suficiente demanda para rentabilizarlos. La oferta de potencia de cómputo supera ampliamente a las necesidades reales del mercado.

Inversiones descontroladas y decisiones sin criterio técnico

El problema no ha sido solo técnico. Ejecutivos sin experiencia en inteligencia artificial, empresas sin trayectoria en tecnología y funcionarios locales más preocupados por agradar a Pekín que por la viabilidad económica, alimentaron una maquinaria desbocada. En algunos casos, los centros de datos se utilizaron como excusa para acceder a subsidios eléctricos o préstamos gubernamentales, sin ninguna intención real de ponerlos en funcionamiento.

Incluso se han identificado casos de corrupción estructural, donde se construyeron infraestructuras que jamás llegaron a conectarse a clientes ni redes, sirviendo únicamente como fachada para justificar ayudas públicas.

El caso NVIDIA H20: 16.000 millones en hardware sin uso

Mientras tanto, el gobierno chino y las grandes tecnológicas han invertido cerca de 16.000 millones de euros en chips NVIDIA H20, adaptados específicamente para el mercado chino ante las restricciones de exportación impuestas por Estados Unidos. Estas GPUs están diseñadas para tareas de inferencia, pero su despliegue masivo no ha venido acompañado de una estrategia clara para utilizarlas.

La situación se agrava con la irrupción de modelos como DeepSeek R1, capaces de igualar el rendimiento de ChatGPT con una fracción de los recursos. Esto ha cambiado las reglas del juego: ya no se trata de quién tiene más poder de cálculo, sino de quién sabe usarlo de forma más eficiente.

Del ladrillo al silicio, y vuelta a empezar

Para muchos analistas, lo que está ocurriendo en China con la IA recuerda a la “burbuja del ladrillo” que vivió España. La diferencia es que ahora el producto son centros de datos y hardware, no viviendas. El patrón se repite: sobreinversión, planificación deficiente, especulación y un mercado incapaz de absorber lo construido.

Algunas voces dentro del país ya hablan de intervención estatal. Se espera que el gobierno central impulse la redistribución de activos hacia empresas que sí estén gestionando correctamente sus recursos tecnológicos, en un intento por salvar lo salvable.

¿Y ahora qué?

Con las sanciones estadounidenses parcialmente esquivadas —tras un aparente “acuerdo” informal que incluiría incluso cenas millonarias como gesto de buena voluntad—, China afronta ahora una fase de reajuste. El país pasará, muy probablemente, del protagonismo en hardware al foco en software y servicios. El objetivo: hacer más con menos, y recuperar el sentido estratégico de su inversión en IA.

Lo que parecía un sprint hacia el liderazgo global en inteligencia artificial ha terminado, al menos por ahora, como un duro recordatorio de que la tecnología necesita planificación, talento y objetivos claros. No basta con construir para liderar.

Referencia: El chapuzas informático

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