China ha decidido consolidar su control sobre las tierras raras, minerales esenciales en la producción de alta tecnología, mediante una serie de normativas que impactan a nivel mundial. Desde el 1 de octubre, el país asiático exige a los exportadores documentar en detalle la cadena de suministro de estos materiales, lo que le permite evaluar y, en última instancia, aprobar o denegar el acceso a sus recursos estratégicos según el uso que vayan a tener. Esta medida afecta principalmente a las industrias de semiconductores, militar, automotriz y de energías renovables, que dependen críticamente de estos materiales.
Con esta maniobra, China ha puesto en jaque a importantes sectores industriales, limitando el acceso a las tierras raras que son clave para la fabricación de chips, componentes militares y tecnologías sostenibles. Además, exige licencias específicas a todas las empresas que deseen adquirir estos materiales, una política que aumenta su influencia en la cadena global de suministro de minerales críticos.
Control absoluto sobre el suministro
China, que controla casi el 100 % del suministro mundial de algunos elementos como el disprosio, ha tomado otras medidas para afianzar su posición de liderazgo en este sector. En septiembre, el Ministerio de Comercio chino limitó la exportación de antimonio, un componente fundamental en la industria de los semiconductores y el sector militar. Meses antes, también había restringido el acceso al galio y al germanio, ambos necesarios en la producción de chips de alta tecnología.
Además de estas restricciones, China ha adquirido refinerías de tierras raras de propiedad extranjera en su territorio, como la compra de una participación mayoritaria en una planta de refinación canadiense por parte de Shenghe Resources, una empresa con vínculos estatales. Esta adquisición refuerza el dominio chino en la producción y refinación de estos materiales y centraliza la gestión de recursos estratégicos en manos de empresas nacionales.
Secreto de Estado y penas por filtración de información
Pekín ha clasificado la información relacionada con la extracción y refinado de tierras raras como secreto de Estado. La filtración de estos datos se enfrenta ahora a sanciones estrictas, como se ha visto en el caso reciente de dos directivos condenados por divulgar datos industriales sensibles. Al limitar el acceso de competidores extranjeros a detalles críticos de la cadena de suministro, China ha construido una barrera de entrada que deja a muchas industrias extranjeras sin alternativas viables.
Este blindaje impacta especialmente en países como Estados Unidos y sus aliados, que dependen de las tierras raras para sectores estratégicos, incluyendo la producción de vehículos eléctricos, turbinas eólicas y aviones de combate. Según la Agencia Internacional de Energía, la demanda de estos materiales aumentará drásticamente de cara a 2040, lo que sitúa a China en una posición de ventaja mientras el mundo intenta diversificar sus fuentes de suministro.
Alternativas costosas y retos para Occidente
Frente a este panorama, algunos países han empezado a buscar alternativas para reducir su dependencia. Australia y Bélgica están invirtiendo en nuevas instalaciones de refinación, mientras que Estados Unidos y Malasia proyectan plantas que diversificarían su acceso a estos materiales. Sin embargo, estos esfuerzos están limitados por los altos costos de producción y las complejidades regulatorias, lo que dificulta un avance rápido en la construcción de cadenas de suministro independientes.
En este sentido, el dominio chino en la refinación y producción de materiales especializados sigue siendo una ventaja competitiva, respaldado además por una infraestructura académica sólida que forma a especialistas en minería y procesamiento de tierras raras. En contraste, los programas de formación en estos campos en instituciones occidentales son limitados, dejando a sus países rezagados en habilidades técnicas y capacidad de competencia en este ámbito.
Dependencia inevitable en el corto plazo
Pese a los esfuerzos de algunas empresas occidentales, como Solvay y MP Materials, para encontrar alternativas, la dependencia de China en la cadena de suministro de tierras raras parece ser inevitable a corto plazo. Las capacidades técnicas avanzadas y la experiencia en refinación y producción de China continúan siendo un factor determinante, obligando a las compañías extranjeras a adquirir gran parte de sus materiales de origen chino.
En última instancia, esta estrategia de China de controlar estrictamente las licencias para la exportación de tierras raras impone una barrera para la industria mundial en un momento en que la demanda de tecnología avanzada crece de manera exponencial. Mientras Occidente intenta mitigar esta dependencia, Pekín se asegura de que, por ahora, la llave de las tierras raras permanezca en sus manos.