La compañía británica quiere consolidarse como el referente de procesadores energéticamente eficientes en la era de la Inteligencia Artificial
ARM, la empresa británica especializada en diseño de chips, se ha fijado un objetivo ambicioso para este 2025: capturar el 50 % del mercado global de CPUs para centros de datos antes de que finalice el año. La meta supone triplicar su cuota respecto al 15 % con el que cerró 2024, pero desde la compañía confían en que el auge de la Inteligencia Artificial (IA) será el factor decisivo para lograrlo.
Así lo ha manifestado Mohamed Awad, responsable del área de infraestructura de ARM, en declaraciones exclusivas a Reuters. Según Awad, la eficiencia energética de los diseños de ARM representa un valor diferencial en un contexto donde las grandes tecnológicas buscan soluciones sostenibles y rentables para escalar sus centros de datos. “Nuestros procesadores ofrecen un consumo menor que los de otras arquitecturas como x86, lo que se traduce en una clara ventaja competitiva”, ha asegurado.
IA y eficiencia energética: el binomio clave
En un contexto de crecimiento explosivo de la IA generativa y de cargas de trabajo cada vez más exigentes, los centros de datos han multiplicado su presencia y capacidad. Este incremento ha venido acompañado de una preocupación creciente por el consumo energético y la eficiencia de las infraestructuras. Aquí es donde ARM ha encontrado su principal argumento para crecer.
Las tres principales plataformas cloud —Amazon Web Services, Google Cloud y Microsoft Azure— ya han integrado o están desarrollando sus propios chips basados en arquitectura ARM. Amazon, pionera en este terreno con su serie Graviton, ha conseguido que más de la mitad de los chips añadidos a sus centros de datos en los últimos dos años utilicen tecnología ARM. Alphabet (Google) y Microsoft siguen sus pasos, con proyectos propios que también apuestan por estos diseños.
De servidores a sistemas avanzados de IA
El crecimiento de ARM no se limita a servidores convencionales. La empresa británica también se ha convertido en pieza clave en la infraestructura de sistemas de IA avanzados, como los desarrollados por Nvidia. Su procesador Grace, basado en arquitectura ARM, actúa como cerebro de control en sistemas que integran sus potentes chips Blackwell. En estos entornos, las CPUs ARM funcionan como controladores del tráfico de datos, gestionando la comunicación entre distintas unidades de procesamiento dedicadas a IA.
Según Awad, este tipo de soluciones también aportan un valor económico relevante: “Los chips para centros de datos suelen incorporar más propiedad intelectual de ARM que los chips para móviles, y esto se traduce en mayores ingresos por licencias y royalties”. La compañía no fabrica directamente los chips, pero obtiene beneficios cobrando a los fabricantes por cada diseño utilizado y por cada unidad vendida.
Un modelo de negocio escalable
El modelo de negocio de ARM, centrado en la concesión de licencias y en el cobro de royalties, ha demostrado ser altamente escalable. A medida que más empresas adoptan sus diseños para CPUs de propósito general, sistemas especializados o aplicaciones móviles, los ingresos crecen sin necesidad de asumir los costes de fabricación, que recaen en terceros como TSMC o Samsung.
La apuesta por la eficiencia, la versatilidad de su arquitectura y la creciente demanda de soluciones que minimicen el impacto energético en los centros de datos posicionan a ARM como uno de los grandes actores del nuevo escenario tecnológico, donde la sostenibilidad y la escalabilidad marcarán el ritmo de la innovación.
Conclusión
El 2025 será un año clave para ARM. Si logra cumplir su objetivo de alcanzar el 50 % del mercado de CPUs en centros de datos, no solo consolidará su posición como alternativa real a Intel y AMD, sino que sentará las bases de un nuevo estándar para la computación en la era de la Inteligencia Artificial. La eficiencia energética, la capacidad de adaptación a múltiples entornos y el respaldo de las grandes tecnológicas hacen que este desafío, aunque ambicioso, esté lejos de ser inalcanzable.