Hubo un tiempo en el que las tarjetas gráficas permitían ampliar su memoria como si fueran módulos RAM. Hoy, esa posibilidad es solo un recuerdo lejano.
En plena era de la inteligencia artificial, trazado de rayos y texturas 4K, una pregunta resurge entre los entusiastas del hardware: ¿por qué no podemos ampliar la VRAM de una GPU como lo hacemos con la memoria RAM del PC? Mientras que las tarjetas gráficas modernas de NVIDIA y AMD se estancan en configuraciones con 8 GB que ya resultan insuficientes para muchos títulos AAA, la industria parece haber renunciado a una idea que, curiosamente, sí fue una realidad en los años noventa.
ATI y las tarjetas con memoria expandible: un experimento adelantado a su tiempo
Corría el año 1998 cuando ATI (hoy parte de AMD) lanzaba la 3D Rage Pro, una tarjeta gráfica que incluía 4 MB de SGRAM soldados a la placa, pero también un zócalo adicional para añadir otros 4 MB. Con esta expansión, los usuarios podían duplicar la memoria gráfica hasta los 8 MB, todo mediante un simple módulo enchufable.
Este tipo de solución ofrecía flexibilidad al consumidor y un camino intermedio para no tener que comprar una GPU completamente nueva. ¿Te imaginas jugar al Mario Kart 64 y, si necesitabas más rendimiento, insertar un módulo adicional y listo? En aquel momento era factible. Sin embargo, este enfoque desapareció con el paso de los años. ¿Por qué?
GDDR7, ancho de banda y las limitaciones de la física moderna
La respuesta está en la evolución técnica de las GPUs. A diferencia de los módulos DIMM que usa la RAM del sistema, la memoria gráfica moderna —como GDDR6 o GDDR7— opera a velocidades y anchos de banda enormes, que requieren una integración extremadamente precisa con el diseño del PCB (placa de circuito impreso), el controlador de memoria y el sistema de alimentación eléctrica.
Permitir módulos intercambiables implicaría rutas de señal más largas, conectores adicionales y mayor latencia. Todo eso comprometería la integridad de la señal, limitaría la velocidad y anularía las ventajas que ofrecen los diseños actuales de memoria soldada directamente en la tarjeta.
En resumen: la VRAM expandible es una idea interesante, pero incompatible con la arquitectura de alta frecuencia y baja latencia que requieren las GPUs modernas.
Modularidad vs. rendimiento: el dilema de siempre
La industria del hardware ha ido abandonando la modularidad en pos de la eficiencia. Las tarjetas gráficas actuales no solo no permiten ampliar la VRAM, sino que incluso cambiar la pasta térmica o modificar el sistema de refrigeración puede invalidar la garantía. Todo está más cerrado, más integrado… y más caro.
Y aquí entra otro problema: el acceso. Las tarjetas gráficas de nueva generación, como las RTX Blackwell de NVIDIA, no están disponibles a su precio oficial (MSRP), ni mucho menos son accesibles para el usuario promedio. El resultado: los gamers de gama media quedan atrapados entre el sobreprecio del mercado y la obsolescencia de las configuraciones de 8 GB.
¿Futuro abierto o cerrado?
Con los avances en tecnologías como la memoria HBM (High Bandwidth Memory) o la integración vertical de chips (como en MCMs), es improbable que veamos volver las GPUs con VRAM expandible. Pero la historia tecnológica está llena de ciclos. Quizás en el futuro, con diseños más modulares o GPUs orientadas a reparabilidad y personalización (como algunas propuestas en portátiles o entornos industriales), la idea de una GPU con memoria ampliable resurja adaptada a los nuevos tiempos.
Por ahora, toca conformarse con lo que el mercado ofrece. Pero no deja de ser revelador que hace más de 25 años, el consumidor tenía más control sobre su tarjeta gráfica que hoy. Un ejemplo más de cómo el progreso técnico no siempre camina de la mano con la libertad del usuario.
Running out of memory with your GPU? No problem, add some memory was easy pic.twitter.com/zsUrPzi087
— konkretor (@konkretor) July 18, 2025
vía: wccftech