“¡Su conexión no funciona nunca!”: por qué el wifi en los trenes de alta velocidad en España se queda corto y cómo los satélites (Starlink y Kuiper) podrían cambiar el viaje

Hay frases que se repiten como un mantra en los vagones silenciosos de la alta velocidad: “no carga”, “se ha cortado otra vez”, “no puedo enviar el archivo”. El wifi a bordo es una de las asignaturas pendientes del ferrocarril en España. Y no solo por una cuestión de comodidad: hoy viajar es, para muchos, trabajar en movimiento. Mientras países de nuestro entorno han homogeneizado la experiencia digital en sus trenes, en España los viajeros alternan momentos de conexión fluida con zonas de sombra que convierten una videollamada en misión imposible. La buena noticia es que la tecnología ofrece dos caminos complementarios para salir del bucle: mejorar la red terrestre a lo largo de la vía y mirar al cielo con constelaciones de satélites de órbita baja como Starlink (SpaceX) o Kuiper (Amazon).

Este reportaje explica por qué falla el wifi en los trenes, cómo están resolviendo el problema otros países europeos, qué aportan los satélites y qué tendría que pasar para que la conexión deje de ser una lotería entre Madrid y Barcelona, Sevilla o Valencia.


El diagnóstico: trenes rápidos, señal frágil

A 300 km/h, la cobertura no depende solo de “si hay barras en el móvil”. Intervienen tres factores que se combinan mal con la alta velocidad:

  1. Entorno radio difícil. Las líneas de alta velocidad discurren por zonas rurales y de baja densidad, con menos antenas y celdas más grandes. Además, hay túneles, viaductos y tramos encajonados que castigan la propagación.
  2. Física del tren. La carcasa metálica de los coches actúa como una jaula de Faraday. Aunque el exterior reciba señal 4G/5G, dentro del vagón los móviles compiten por migajas. Por eso los sistemas serios instalan antenas en el techo y repetidores interiores.
  3. Backhaul limitado. El wifi a bordo no es magia: agrega enlaces móviles (y/o satelitales) y los comparte por el tren. Si la vía solo ofrece unos pocos megabits por segundo —porque la celda está saturada o lejos—, todo el tren se estrangula. Sube el ping, baja la tasa útil y la conexión “va y viene”.

A esto se suma la gestión de movilidad: en un trayecto largo, el tren “salta” entre celdas cada pocos segundos. Cada traspaso (handover) es un potencial microcorte, y cuantos más usuarios simultáneos, más probabilidades de que una videollamada se congele.


Europa: la lección de la vía (y de los túneles)

Francia y Alemania, con redes de alta velocidad comparables, han entendido que el terreno importa tanto como el router del tren. Las soluciones más estables combinan:

  • Red a pie de vía pensada para trenes (4G/5G multioperador o red neutra), con antenas sectoriales orientadas a la traza y celdas más densas.
  • Infraestructura en túneles (radiantes o “leaky feeders”) para no “caer” en cada perforación.
  • Onboard units con antenas exteriores y repetidores interiores, que hacen de “ventana” hacia fuera y reparten señal dentro.

No todo es perfecto —ni en el TGV ni en los ICE—, pero la experiencia media es más consistente: el viajero abre el portátil y, sin pensar, puede trabajar. En España, la situación es más heterogénea: distintas operadoras ferroviarias, coberturas dispares según corredor y una dependencia mayor de la red móvil genérica en tramos complicados. El resultado se resume en una sensación extendida: “funciona a ratos”.


Dos caminos complementarios: reforzar tierra y aprovechar el cielo

Si algo han enseñado los últimos años es que no hay una bala de plata. La receta que más convence a los ingenieros mezcla red terrestre y satélite:

1) Más red donde hace falta (y mejor preparada para trenes)

  • Densificar la cobertura 4G/5G a lo largo de la vía con celdas más próximas y orientadas al corredor ferroviario.
  • Emplear agregación multioperador: que el tren “hable” con varias redes a la vez y seleccione dinámicamente la mejor.
  • Dotar túneles críticos de sistemas radiantes para mantener la señal estable bajo tierra.
  • Adoptar la futura FRMCS (el relevo 5G de GSM-R) para servicios ferroviarios y —en paralelo— abrir capacidad comercial para el wifi a bordo.

Ventaja: latencias bajas y ancho de banda consistente cuando el despliegue es bueno. Desventaja: CAPEX alto en tramos largos y poco poblados, y plazos de obra que no casan con el “quiero conectividad ya” del usuario.

2) Constelaciones LEO como “segundo pulmón”

Los satélites de órbita baja (LEO) han cambiado las reglas del juego. A diferencia de los geoestacionarios tradicionales (35.786 km), las LEO operan a 550–1.200 km, con latencias mucho más bajas y antenas electrónicas que siguen el tren e “inclinan” el haz en tiempo real. Dos programas concentran miradas:

  • Starlink (SpaceX): ya comercializa ofertas de movilidad para aviones y embarcaciones, con hardware orientado a vehículos en movimiento y acuerdos con aerolíneas. Su arquitectura de malla (enlaces intersatélite láser en las versiones más avanzadas) reduce la dependencia de estaciones terrestres cercanas.
  • Proyecto Kuiper (Amazon): aún en despliegue, con satélites de nueva generación y una cadena de suministro que bebe de la experiencia cloud de Amazon. Su promesa pasa por terminales de bajo perfil, costes contenidos y una integración fluida con servicios en la nube.

Ventaja: cobertura sobre tramos remotos, viaductos y zonas donde levantar torres no es viable. Desventaja: túneles y trincheras siguen siendo un problema (no hay línea de vista); hay que gestionar la integración con la red terrestre y cumplir la regulación nacional (autorizaciones, uso del espectro, ubicaciones de gateways).


Cómo encaja el satélite en un tren real

La imagen que imaginan los técnicos no es la del portátil hablando con el espacio, sino un ordenador de a bordo que elige en cada instante qué camino es mejor:

  1. Antena satelital de perfil bajo (phased-array) en el techo, con doble terminal si se quiere redundancia.
  2. Módems 4G/5G multioperador con varias SIMs y antenas exteriores.
  3. Controlador que agrega backhaul (satélite y tierra) y decide: si la celda terrestre está fuerte y con baja latencia, la prioriza; si el tren entra en una zona de sombra, conmuta al satélite para mantener continuidad.
  4. Wifi interior con puntos de acceso por coche, calidad de servicio (QoS) y políticas de fair use para que 300 pasajeros no conviertan el tren en una “feria de speedtests”.

La experiencia no sería idéntica a la fibra de casa —los picos de consumo y los handovers seguirán existiendo—, pero sí previsible: las videollamadas dejarían de depender de un milagro en medio de la meseta.


Comparativa de opciones: pros y contras en una mirada

SoluciónVentajasDesafíosCasos donde brilla
Red 4G/5G a pie de víaLatencias bajas; buen rendimiento en ciudades/corredores densos; control localCAPEX/OPEX altos en tramos rurales; cobertura en túneles sin radiantes; handovers frecuentes a 300 km/hGrandes ejes con población y obras planificadas
LEO (Starlink/Kuiper)Cobertura en zonas remotas; despliegue rápido (sin obra civil en vía); resilienciaSin visión en túneles; integración con regulador y gateways; coste de terminales“Zonas negras” y continuidad en trayectos largos
Híbrido (tierra + LEO)Mejora drástica de continuidad; redundancia real; escalableComplejidad de integración; política de uso y costesAlta velocidad con picos de calidad exigentes (negocios, turismo internacional)

¿Y por qué en España vamos “un paso por detrás”?

España tiene la red de alta velocidad más extensa de Europa. Paradójicamente, esa fortaleza complica la conectividad: más kilómetros por entornos poco poblados = más inversión para garantizar una buena experiencia digital “de borde a borde”. A eso se añade un mercado con varios operadores ferroviarios (públicos y privados) con soluciones propias de a bordo, y un ecosistema en el que la coordinación con telecos y administraciones es clave. Donde otros países partían de ejes más concentrados, España debe normalizar servicios en muchas líneas a la vez.

El salto no pasa (solo) por cambiar routers. Implica acuerdos de compartición de infraestructura, proyectos a pie de vía y, sí, contratos con sateliteras que permitan un híbrido robusto sin disparar la factura.


¿Qué tendría que ocurrir para que el viajero lo note “de verdad”?

  1. Hoja de ruta pública. Operadores ferroviarios y administraciones deben explicar por corredor qué se hará: más celdas 5G, radiantes en túneles críticos, pilotos LEO, calendario de despliegue y metas de calidad (latencia, disponibilidad).
  2. Pilotos serios con LEO. Elegir líneas con “zonas negras” y probar Starlink (operativo) y Kuiper (cuando esté listo), midiendo continuidad, ping, caudales y costes. Publicar resultados y lecciones aprendidas.
  3. Contrato híbrido. No es “o tierra o satélite”: es ambos. Un pliego que pida conmutación inteligente, SLA de continuidad y política de uso clara para evitar abusos.
  4. Comunicación honesta al viajero. Decir qué esperar (y qué no): videollamadas sí, pero quizá no 300 personas viendo 4K a la vez. Mejorar la experiencia también pasa por gestionar expectativas.

El viajero, mientras tanto: consejos prácticos

  • Descarga documentos y series antes de subir; usa el wifi para correo, mensajería y videollamada, no para sincronizar 50 GB en la nube.
  • Anclaje 4G/5G como plan B: a veces tu móvil (con buena tarifa) ofrece mejor experiencia que el wifi compartido.
  • Elige coche: en algunos trenes, estar cerca del techo o de ciertos equipos mejora la señal; pregunta al personal.
  • Evita horas punta si necesitas subir grandes archivos: la contención es real.

Conclusión: mover bits a la velocidad del tren

España ha demostrado que puede mover personas a 300 km/h con puntualidad. Toca demostrar que puede mover bits a una velocidad previsible a bordo. La tecnología existe; las opciones —tierra, cielo o ambas— también. Harán falta inversión, prioridades claras y pilotos bien medidos. Para el viajero, la diferencia entre un tren “con wifi” y un tren “con conectividad de verdad” no es semántica: es la que separa un trayecto perdido de tres horas de trabajo útil.


Preguntas frecuentes

¿Por qué falla tanto el wifi en los trenes de alta velocidad en España?
Porque combinar 300 km/h con zonas rurales, túneles y poca densidad de antenas es difícil. Si el tren solo depende de la red móvil genérica, aparecen cortes, latencias altas y caídas de caudal. La solución pasa por más red a pie de vía y/o añadir satélite como segundo pulmón.

¿Funcionan Starlink o Kuiper dentro de túneles?
No, los satélites necesitan línea de vista. En túneles harán falta sistemas radiantes o redes dedicadas. El valor del satélite está en viaductos, zonas remotas y continuidad cuando la red terrestre flaquea.

¿Cuándo estarán disponibles estas soluciones?
Starlink ya ofrece servicios de movilidad (aviones, barcos y vehículos) y se puede pilotar en trenes con la debida autorización. Kuiper está en despliegue. El despliegue real en España dependerá de contratos, pruebas y regulación.

¿Se puede alcanzar “internet como en casa” en el tren?
Se puede mejorar mucho la experiencia (videollamadas estables, navegación fluida), pero la contención seguirá existiendo: cientos de usuarios comparten el mismo “tubo”. Con una arquitectura híbrida bien dimensionada, el salto cualitativo es muy notable.


Fuentes: comunicaciones públicas de operadores ferroviarios europeos sobre conectividad a bordo; documentación técnica de UIC y organismos del sector sobre redes ferroviarias y FRMCS; información pública de Starlink (SpaceX) y del Proyecto Kuiper (Amazon) sobre servicios de movilidad y constelaciones LEO.

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