La cuenta atrás hacia el final del soporte de Windows 10, previsto para el 14 de octubre de 2025, ha encendido todas las alarmas entre organizaciones de consumidores, expertos en ciberseguridad y usuarios de todo el mundo. La decisión de Microsoft de dejar de ofrecer actualizaciones gratuitas de seguridad para este sistema operativo amenaza con dejar expuestos a ciberataques a cientos de millones de ordenadores que siguen en funcionamiento. La polémica no es menor: hablamos de uno de los sistemas más usados en la historia de la informática moderna, instalado aún en casi la mitad de los PC activos a nivel global.
Un sistema operativo que se resiste a morir
Windows 10 nació en 2015 con la promesa de ser “la última versión de Windows” y recibió durante años un flujo constante de actualizaciones. Sin embargo, la llegada de Windows 11 en 2021 cambió la narrativa: Microsoft comenzó a presionar a sus clientes para dar el salto al nuevo sistema. El problema es que, a diferencia de transiciones anteriores, esta vez los requisitos técnicos son más exigentes: chips con soporte para TPM 2.0, procesadores relativamente recientes y otras condiciones que dejan fuera a una gran parte del parque informático.
Según Consumer Reports, en agosto de 2025 el 46,2% de los ordenadores en el mundo seguían usando Windows 10. Y lo más grave: entre 200 y 400 millones de equipos no cumplen los requisitos mínimos para instalar Windows 11. Es decir, millones de máquinas en perfecto estado que quedarían condenadas al abandono tecnológico.
Una carta directa al CEO de Microsoft
Consumer Reports, organización independiente sin ánimo de lucro fundada en 1936 en Estados Unidos, decidió elevar el tono. En una carta dirigida directamente al CEO de Microsoft, la entidad acusa a la compañía de “hipócrita”: por un lado, la tecnológica insiste en la importancia de la seguridad digital para justificar la actualización a Windows 11, pero al mismo tiempo deja expuestos a ataques a todos aquellos que no puedan o no quieran migrar.
La misiva no se anda con rodeos: Microsoft estaría traicionando a millones de clientes, forzándoles a asumir nuevos costes o a desechar dispositivos que siguen funcionando. Una medida que, en palabras de la organización, carece de sentido común y perjudica tanto a los usuarios como al medioambiente.
El negocio detrás del soporte de pago
La indignación se ha multiplicado con el anuncio de que Microsoft ofrecerá un plan de soporte extendido para Windows 10… pero de pago. Concretamente, 30 dólares al año por dispositivo para seguir recibiendo parches de seguridad. Para Consumer Reports, este modelo no es una solución real, sino un parche económico que beneficia más a Microsoft que a los consumidores.
Además, denuncian que el soporte gratuito que se mantiene está vinculado al uso de otros productos de Microsoft, lo que refuerza su posición dominante en detrimento de la competencia. La crítica conecta directamente con el debate sobre el poder de las grandes tecnológicas y sus prácticas de mercado.
PIRG también alza la voz
No es la única organización en plantar cara. PIRG (Public Interest Research Group), un influyente grupo de interés público en Estados Unidos, también ha advertido del problema. Según sus estimaciones, hasta 400 millones de ordenadores podrían convertirse en basura electrónica antes de tiempo si Microsoft no rectifica.
La paradoja es evidente: una empresa que presume de su compromiso con la sostenibilidad y la reducción de residuos podría provocar una ola de desechos sin precedentes en el sector tecnológico. Un golpe directo a los objetivos de economía circular y transición ecológica que gobiernos y empresas dicen defender.
La comunidad de usuarios, dividida y frustrada
A pocas semanas del final del soporte, el malestar no se limita a las organizaciones. Usuarios de todo el mundo han compartido su frustración en foros, redes sociales y medios especializados. Muchos critican que Windows 11 no aporta mejoras sustanciales frente a su predecesor y, en cambio, ha introducido una larga lista de errores, problemas de compatibilidad y exigencias innecesarias.
Las estadísticas refuerzan esta percepción: lejos de crecer, Windows 11 ha perdido cuota de mercado frente a Windows 10 en los últimos meses. Miles de usuarios que dieron el salto han decidido regresar al sistema anterior, un fenómeno poco habitual en el sector y que refleja la falta de aceptación de la nueva versión.
Riesgo real para la ciberseguridad
La pérdida de actualizaciones de seguridad en un sistema operativo tan extendido plantea un riesgo de enormes proporciones. Los ciberdelincuentes suelen explotar vulnerabilidades en software sin soporte, y la magnitud del parque de ordenadores afectados convierte a Windows 10 en un objetivo muy atractivo.
Empresas de ciberseguridad advierten de que los ataques masivos mediante ransomware, phishing o malware podrían dispararse a partir de octubre. Las administraciones públicas, las pymes y los usuarios domésticos que no actualicen quedarán en la primera línea de riesgo.
El dilema de Microsoft
Microsoft enfrenta un dilema de reputación y negocio. Por un lado, busca acelerar la transición a Windows 11, afianzando su ecosistema y garantizando ingresos constantes. Por otro, se arriesga a ser vista como una empresa que antepone los beneficios a la seguridad de sus clientes y a la sostenibilidad ambiental.
La pregunta es clara: ¿será recordada por escuchar a sus usuarios y proteger su seguridad o por empujarles hacia un cambio que muchos no necesitan, no quieren o no pueden permitirse?
Impacto en la sostenibilidad y la economía digital
Más allá de la ciberseguridad, el final de Windows 10 plantea otro problema de gran calado: el impacto ambiental y económico. La obsolescencia forzada de millones de dispositivos podría multiplicar la generación de basura electrónica, un desafío que ya preocupa a organismos internacionales.
En paralelo, el coste de renovar equipos o pagar soporte adicional golpeará con más fuerza a los colectivos más vulnerables: estudiantes, familias con bajos ingresos o pequeñas empresas que no cuentan con presupuesto para renovaciones tecnológicas constantes.
Conclusión
La cuenta atrás para Windows 10 no es solo un asunto técnico, sino un debate sobre la relación entre una gran multinacional y sus clientes. La presión de organizaciones como Consumer Reports y PIRG ha colocado a Microsoft en el centro de la polémica, obligándole a tomar una decisión con profundas implicaciones sociales, económicas y ambientales. El 14 de octubre será un punto de inflexión: el día en que se sabrá si la compañía prioriza su reputación y compromiso con la sostenibilidad o si consolida su imagen de gigante que fuerza a sus usuarios a pasar por caja.
Preguntas frecuentes
¿Qué pasará con mi ordenador después del 14 de octubre de 2025 si sigo usando Windows 10?
El sistema operativo seguirá funcionando, pero dejará de recibir actualizaciones de seguridad gratuitas. Esto aumentará significativamente el riesgo de ciberataques.
¿Puedo actualizar gratis de Windows 10 a Windows 11?
Solo si tu ordenador cumple con los requisitos técnicos de Windows 11 (como TPM 2.0 y procesadores compatibles). De lo contrario, no podrás hacerlo oficialmente.
¿Qué opciones tengo si mi PC no es compatible con Windows 11?
Las alternativas incluyen pagar por el soporte extendido de Microsoft, instalar una distribución de Linux como sistema operativo o seguir usando Windows 10 asumiendo los riesgos de seguridad.
¿Por qué organizaciones como Consumer Reports y PIRG piden que se mantenga el soporte a Windows 10?
Porque consideran que suspenderlo dejará expuestos a cientos de millones de usuarios y forzará la generación de basura electrónica masiva, lo que contradice los compromisos de sostenibilidad.